Luis Carlos Coto MederosAdolfo Martí FuentesII912Glosa ¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo
Si de la Sierra ha surgido
esta precisa hermosura:
que sintamos la estatura
de pueblo libre y erguido;
si de ella al claro latido
se hizo firme nuestra unión,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
Si de sus hondos abismos
hasta sus cimas, enteros,
caminaron guerrilleros
de tenaces heroísmos;
si creció en nosotros mismos
la alta fe de su razón,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
Si en ellos se irguió Fidel
como un paladín osado,
venciendo al triste soldado
del látigo y del cuartel;
si aquí convirtió en lebrel
al que era voraz león,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
Si de estos bellos contornos
Camilo bajó hasta el llano,
siendo su mano la mano
que arrancó oscuros bochornos;
si aquí cocieron mil hornos
el pan de la rebelión,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
Si fue aquí que el Che Guevara
respiró el ardido aire
que venía desde Baire
–o más atrás, desde Yara–,
y en donde acaso pensara
la futura gran lección,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
En fin, si aquí nuestra suerte
cuajó en orgullo espartano
y ahora decir “soy cubano”
es decir “soy Patria o Muerte”;
si aquí el enemigo advierte
la tumba de su ambición,
¿Cómo no andar con pasión
y con férvida alegría
estos montes, Cuba mía,
que forman tu corazón?
913
A mi madre
Madre, por todo el amor
que me brindaste en tu nido;
por eso de haber crecido
madre, en tu regazo; por
tu sangre en cada rubor
y la rosa alta del pecho
que me diste, por el trecho
de tu voz en mi cantar;
por las noches de sembrar
los días que ahora cosecho;
por el vocablo rendido
tras el fugaz balbuceo;
por la flecha del deseo
contra el muro del olvido.
Madre, por ese latido
que me acompaña y me advierte,
vengo a ti para ofrecerte
desde mi historia de hombre,
cada letra de mi nombre,
cada cifra de mi muerte.
914
Amor
Mudo amor, ceñido amor,
mágico amor asombrado,
tenue amor enamorado
carcelero tentador.
Oh, perpetuo flechador,
herido adalid, hondero,
por tu mañana de enero
vienen diciembre y su noche,
¿qué amor, encendido broche
de mi corazón, espero?
915
Tú
Limpia flor amanecida
bajo un cielo desolado,
te me prendes al costado
llena de gracia y de vida.
Sueltas el freno y la brida,
viajera intacta del sueño
y vas, madrigal pequeño,
bordándome de ternura
a perecer en la oscura
cárcel de un cuerpo trigueño.