Cultura

Las ceremonias fúnebres han sido tratadas por pintores de Yucatán con diferentes enfoques tanto compositivos como de intencionalidad. El sentimiento respetuoso ante la muerte puede provenir de rituales o de momentos de duelo, así como de interpretaciones personales.

Un cuadro donde la virtud técnica va de la mano con la plasmación de un fuerte sentimiento de austeridad y tristeza es Ofrenda, de Aristeo Vázquez (Tecoh, 1918-Mérida, 1993) y fechado en 1970. En un entorno rural de claroscuro, donde la luz proviene de unas quince velas, se ve a tres mujeres del campo, una de ellas con un bebé en brazos, y una niña. Las mujeres adultas muestran diversas actitudes de duelo con las posiciones corporales, sobre todo de la cabeza, y parecen tener los ojos cerrados, a diferencia de la niña que mira directamente la ofrenda. Las velas se encuentran en diferentes partes entre piedras y jarrones de barro y el ambiente nocturno creado por la paleta limitada de colores tierra reafirma la imagen de la muerte en un entorno de pobreza.

Una xilografía de Alberto García Maldonado (Progreso, 1926-Mérida, 1967) titulada Calan Cimen muestra a un hombre de espaldas, sin camisa y descalzo, sentado sobre un banquillo; a su derecha, en el piso, tiene una botella de aguardiente y se halla frente a un cadáver cubierto con una manta en posición oblicua e iluminado por tres velas. La luz que emiten estas se remarca por la oscuridad circundante que a la vez refuerza el sentido de la muerte causada por el alcohol, como lo indica el título en maya (“kala’an”, ebrio, y “kimen”, muerto). La actitud corporal del personaje demuestra pesadumbre, como si tuviera un encuentro silencioso con su inminente destino. Puede verse como si fuera él mismo en dos momentos: vivo y a la vez difunto.

Otro grabado del mismo autor, titulado Silencio en el pasel, representa este tipo de choza simple que sirve de refugio temporal en el campo yucateco, el “paasel”, pero que aquí se ve destechado en parte, con las horquetas en una relación de analogía con las ramas secas del entorno y a la vez sugiriendo la desnudez del esqueleto humano. También se ven varias calaveras, huesos y objetos esparcidos por el suelo y, en contraste, aves de rapiña volando. Es un paisaje donde todos los elementos confluyen para crear un ambiente de sequedad y desolación. En este entorno toda ceremonia está ausente y en cambio el devenir de la muerte está sujeto a los obligados procesos de la naturaleza.

El tema fúnebre fue constante en García Maldonado que habría de tener una muerte trágica en plena etapa creativa y que por las tantas versiones que he escuchado o leído parece no haber sido aclarada nunca. Su tendencia a reiterar el tema de las calaveras tiene un sentido distante del expresado por José Guadalupe Posada y del reelaborado por Diego Rivera, así como por los modos de expresión de otras partes de la República con su imagen festiva. En el caso de este grabador yucateco, la presencia de las calaveras conlleva un simbolismo trágico y de profundo abandono.