Conrado Roche Reyes
En los convulsos años sesenta del siglo pasado, surgió una pléyade de farsantes y charlatanes, redentores y gente muy buena y gente muy mala, etc., aunque es preciso decir que toda esa runfla mesiánica tenía seguidores y admiradores, algo parecido a lo que ocurre hoy día.
En ese nebuloso ambiente surgió un libro que batió todos los récords de ventas, tanto que hasta nuestros días es considerado entre los bestsellers mundiales, históricamente hablando. Publicado en el lugar y el momento adecuados, El retorno de los brujos se publicó en 1960, sus autores son Louis Pauwels y Jaques Bergier, cuyo texto está plagado de estudios acerca de fenómenos paranormales, ocultismo y gran cantidad de temas inexplicables por la ciencia.
Con este libro se funda el realismo fantástico. En su origen, fue pensado como avanzada de una auténtica revolución cultural e influyó en numerosos autores, y lo más interesante, en lectores ávidos de algo novedoso (que en realidad los autores sabían que no lo era tanto, sino un ataque velado a escritores que eran de su desagrado, que les molestaba, a los que odiaba, en especial a uno). Es un ensayo sobre sociedades secretas y misticismo. Luego de recopilar datos insólitos, El retorno de los brujos se expandió mucho más allá de sus objetivos iniciales, ya que hace un análisis muy interesante sobre el nazismo y sus vínculos con el esoterismo. Se explica que la alquimia es un saber técnico, alternativo, sin ser opuesto a la ciencia. Realiza seriamente estudios sobre otras civilizaciones, además de la nuestra, que se hayan desarrollado en la Tierra, con datos que el tiempo convirtió en mitos. La Atlántida es uno de ellos. Estudiaron todo esto con dos enormes maestros en el tema: Lovecraft y Tolkien. (Los brujos actuales emeritenses no conocen ni han leído a estos autores).
Los experimentos telepáticos organizados por la Marina estadounidense en 1958 son vistos en el citado libro como la parte más interesante.
Más allá de las curiosidades que aborda, El retorno de los brujos plantea un cambio de paradigma a través de una idea bastante simple: la realidad es mucho más compleja y sutil de lo que suponemos, y nuestra percepción de los hechos está infectada de algún modo por cierto reduccionismo racionalista, y deja poco margen a la imaginación.
Lo supuestamente falso o fantástico podría ser, después de todo, una falla en la interpretación de los hechos, un baúl viejo y polvoriento donde la ciencia acumula lo inexplicable, tildándolo de falso o irreal. Lo fantástico, entonces, es que subyace debajo del mecanismo del sentido común, hijo del saber oficial. El realismo fantástico es una especie de superrealismo, una síntesis integradora de poesía y ciencia capaz de penetrar en las sombras de todos los misterios. El retorno de los brujos está de vuelta nuevamente. Bienvenidos todos los brujos del mundo y de Mérida…¡buuu!