Pedro de la Hoz
Los amantes de la ópera en Nueva York aguzan los oídos para enfrentarse a la hazaña que pretende firmar Anna Netrebko el último día del año. En el Metropolitan Opera House, de la urbe estadounidense, la soprano rusa, que aún no ha cumplido los 50 años de edad, se presentará en una función de gala, en la que interpretará tres papeles puccinianos de gran exigencia.
La velada comenzará con el primer acto de La boheme, en compañía del tenor Matthew Polenzani y el barítono Quinn Kelsey. Tras una pause de tres cuartos de hora, volverá a escena con el acto inicial de Tosca, secundada por el tenor Yusif Eyvazov y el barítono Evgueny Nikitin; y 45 minutos más tarde, cerrará con el segundo acto de Turandot, al lado nuevamente de Eyvazov, quien es su marido.
No se proyecta la función como un programa de concierto, sino cada parte corresponde a muy celebradas y ambiciosas puestas en escena de la casa operática. La boheme retomará la extraordinaria visualidad de la dirección teatral y los decorados de Franco Zeffirelli, que desde su estreno en 1981 se convirtió en uno de los títulos con mayor cantidad de funciones en la institución neoyorquina. El montaje de Zeffirelli, a la vez que sigue con rigor las indicaciones y el contexto dramático señalado por Giacomo Puccini para reflejar el París de finales del siglo XIX, despliega una poderosa imaginación sobre la base de la realización y el diseño de producción aportados por el maestro italiano para la película de 1965 protagonizada por Mirella Freni.
El Turandot, también lleva el sello de Zeffirelli. Cuando se estrenó en 1987, más que por la fluidez de la música y la capacidad vocal de los intérpretes, atrajo al público por la suntuosidad de la puesta en escena y la correspondencia entre los excesos visuales propios del regista italiano y la aureola legendaria enfatizada en la representación.
En el medio, la Tosca obedece a la demanda del público por la cantante, pues la puesta en escena del británico David McVicar, correcta y adecuadamente animada por los diseñadores John MacFarlane y David Finn, no posee el empaque deslumbrante de Zeffirelli.
Estrenada esta producción a fines de 2017, un año después Netrebko se adueñó de la versión del Metropolitan Opera House. Nunca antes se había metido bajo la piel de Floria Tosca. En el ambiente se respiraba un aire de incertidumbre. La cantante había manifestado, en varias ocasiones, que no le gustaba el papel y se tenía la sensación de que la rusa aceptó el fichaje por aquello de anotarse un tanto a costa de un papel reverenciado por muchos. Tras aquella función, las dudas se disiparon. Netrebko rubricó un acto de alta densidad creativa, tanto en la proyección vocal como en la intensidad dramática de su desempeño. En esa ocasión también estuvo a su lado, en la piel de Cavaradossi, el tenor Evyazov.
Las páginas de The New York Times recordaron que Netrebko llevaba años demostrando estar asistida por un gran instinto y tenía muy claro que una cantante de su calibre no se podía permitir una interpretación banal de un buque insignia como Tosca.
Por otros motivos, la incertidumbre planea ahora sobre la gala de la ópera neoyorquina. Nadie duda de la capacidad de la cantante para transitar de Mimi a Floria y de Floria a Turandot. Con los años, ha ganado en madurez y penetración artística. El virtuosismo ha ido cediendo espacio a la introspección de cada partitura y personaje.
Pero su reciente asunción del personaje pucciniano, que se despeña desde lo alto del Castel Sant’ Angelo al comprobar que su amante Cavaradossi está bien muerto, no terminó como deseaba.
El 7 de diciembre, como indica la tradición de honrar a San Ambrosio, patrón de la urbe lombarda, Netrebko fue la encargada de protagonizar la Tosca que dejaba inaugurada la temporada 2019-2020 en el celebérrimo Scala de Milán. Los abonados y aficionados aplaudieron la iniciativa; nunca antes la pieza de Puccini había abierto la temporada y la Floria Tosca de la Netrebko era un gancho formidable.
Las crónicas dejaron testimonio de la entrega del reparto y de la prolongada ovación del público al final de la puesta, más de 15 minutos, y una lluvia de flores sobre el escenario. Netrebko conquistó incluso al temido gallinero o cazuela, la parte más alta del auditorio, donde tradicionalmente se sientan los seguidores más puristas, atentos como francotiradores a que ni una sola nota patine.
Hizo dos funciones más. Sin embargo las previstas los días 19 y 22 de diciembre tuvieron intempestivamente otra Floria, la española Saioa Hernández, que de tal modo tuvo que adelantar el doblaje del papel principal. En la planificación, ella entraba por la Netrebko en las funciones programadas para enero. La compañía se limitó a circular un breve comunicado: “Debido a una enfermedad repentina, Anna Netrebko tiene que retirarse de las actuaciones de Tosca el 19 y 22 de diciembre”. La diva rusa ya se había ausentado de la conferencia de prensa, en la cual los directivos de la Scala presentaron la temporada y dieron pormenores de la Tosca inaugural. Hernández aprovechó la oportunidad, cayó bien al público y la crítica, y generó una corriente de simpatía que debe acompañarla durante la temporada cuando encabece el elenco de Un ballo in maschera y La Gioconda.
En mayo de 2014, la cantante pospuso su debut en el Palau de la Música de Barcelona debido a una infección respiratoria aguda. En agosto pasado, no compareció en el Festival de Bayreuth donde debió interpretar el papel femenino principal de Lohengrin, de Wagner. Se habló entonces de agotamiento. Lo sucedido en Milán enciende las alarmas sobre la salud de Netrebko y hace que el mundo de la ópera mire hacia Nueva Cork, en espera de la hazaña pucciniana de la Netrebko.