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Cultura

Notas a pie de página

Fernando Muñoz Castillo

I

Hace unos días me enteré que el gobierno de Yucatán había decretado que el precio del camión de pasajeros sería de 7.50 pesos para todos, 2.50 para la tercera edad y estudiantes y los discapacitados no pagarían nada.

La forma cómo me enteré fue haciendo la cola en la terminal de camiones que salen para Chuburná y lugares cercanos que se encuentra en la calle 58 x59. El letrero era de tamaño pequeño, pegado en la entrada del camión. Enseguida entendí el porqué no me deban parada los camiones para ir al centro: uso bastón, por eso pasaban cinco o seis camiones al hilo, uno detrás de otro con muchos lugares vacíos y no paraban, al contrario, aceleraban con alegría y regocijo.

De nada sirve que yo vaya a sacar la famosa credencial para la tercera edad o la de discapacitados; los camioneros jamás me darán parada. Hay que aclarar que son una minoría los que sí paran, y éstos son los manejados por gente mayor o gente muy joven. ¿Increíble, verdad?

Como vemos, las disposiciones oficiales valen nada o menos que nada, y más cuando no son supervisadas por los empleados del gobierno encargados del asunto, quienes desayunan, leen su periódico, almuerzan y revisan permanentemente su teléfono celular, en vez de checar minuciosamente en los cuatro puntos cardinales de la ciudad que se cumpla con lo establecido y poner multas bastante fuertes a los que quebrantan la ley burlándose de las personas, para que aprendan a cumplir con las disposiciones del gobierno y a respetar a los seres humanos.

Alguien opinó que yo hablara al teléfono que tienen todos los camiones para quejas y reportes, y diera el número de la unidad. ¿Usted cree que a mí o a alguno de ustedes nos van a hacer caso?

II

Nuevamente las embravecidas y furiosas féminas, cual ménades1 devoradoras de hombres, ha marchado haciendo destrozos a su paso, porque se sienten libres, rebeldes y anarquistas, aunque su concepto de anarquía sea muy pedestre a estas alturas del nuevo siglo. Quieren revolucionar el pensamiento de la sociedad, son revolucionarias, pero al verlas me imagino forajidas más que revolucionarias, ya que todas las mujeres del mundo que se han destacado como parte importante de los movimientos revolucionarios, nunca se pusieron antifaces, ni máscaras, ni se embozaron, sino al contrario, mostraron sus rostros limpios y claros ante la sociedad represora.

Pienso que es muy fácil cubrirse la cara y destrozar todo, insultar y agredir.

No creo que se trate de eso el meollo de las marchas de protesta. Afortunadamente, existen muchas mujeres inteligentes y sanas que están desfilando sin cubrirse el rostro.

No entiendo por qué no se las han llevado a la cárcel por atentar contra monumentos y edificios propiedad de la nación. Parece que en estos momentos existe un grupo de mujer que desean con un frenesí fuera de serie destruir y ensuciar lo que les rodea, para vivir como en los basureros que nos muestran las cintas apocalípticas gringas.

Creo que si yo o usted decidimos un día atentar contra una estatua o edificio emblemático, pintamos paredes, banquetas, etcétera, de nuestra ciudad ante la vista de los policías, no pienso que se queden como vacas mirando pasar un tren o que nos aplaudan. Seguro nos detienen y nos ponen una buena multa, además de encerrarnos un tiempito en el calabozo.

¿Usted, qué cree, lector?

¿Existirá ética y moral en este tipo de actitudes?

Nota

1 Mujeres del culto Dionisiaco que andan en bandas, se caracterizan por ser violentas, por dosis de derramamiento de sangre, sexo, auto-intoxicación y mutilación, ya que en el éxtasis desgarran a sus víctimas en trozos. A este acto se le llama omofagía. Para mayor información revisar un diccionario de mitología griega, o leer la tragedia clásica Las Bacantes, de Eurípides.

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