Joaquín Bestard Vázquez
Oí que alguien en la calle gritó que no se sacó a tiempo el permiso para las quemas y me dije luego que el tiempo se mete y se saca, porque si hubieran metido la solicitud de quemas con el aguacero que cayó después, hubieran quedado al pelo. Pero aquí fue una jugada de Chaac. Una trastabillada. Ahora vamos a esperar si se compadece de nuestro maíz o nos la tenemos que rifar solos.
De pronto temblé al oír que el tiempo es oro. Ya lo oí antes, pero ahora me lo reafirmó don Maximito. Entonces con razón lo roban y chitón que abundan los ladrones de tiempo.
De alcanzar la presidencia municipal impondría una ley. Primero para que no duren tanto en el cargo y no carga, como dice el Purux, nuestro actual presidente desde hace más de treinta años y nos dice que ese cargo es una carga: “Ninguno de ustedes la va a soportar y por eso me sacrifico, por el bien del pueblo y mi lindo y amado Beyhualé”.
—¿Es fácil o difícil robar tu tiempo?
—A mí no me lo roban, me lo hacen perder. Aquí descubrí que el tiempo también se pierde o se bota. Don Angelito Ortiz dice que a él se le bota el tiempo, no lo pierde.
Robar oro es una falta tan grande porque puede propiciar, ya lo dijeron, la caída de todas las bolsas y va a ser un chilladero de mujeres. Una caída equivale aquí a una botada o pérdida de nuestro oro en el banco. No hay mucho, pero sí es muy nuestro y va a hacer estallar otra revolución y ya tengo hasta el título del libro: La rebelión de las bolsas.
Don Maximito se acercó al grupo de muchachos sin dejar de rascarse el mentón donde presumía de cinco pelos ensortijados: “No lo van a creer, chiquitos de avena, pero existen muchas clases de tiempo: tiempo correoso, volátil, verde y caluroso, invernal, ventoso”.
Dijo un campesino a otro: “si no llega el tiempo de la Xulab o nos tunde una plaga de langosta, no tendremos tiempo de nada. ¿Oyeron o se los repito? ¡Tiempo de nada!
Maximito Koyoc