Cultura

La República de las Letras

Humberto Musacchio

Artistas privados de pago

No es casual que estén sin pago los creadores e intérpretes que prestan sus servicios a los gobiernos federal y de la ciudad de México. Ese desprecio se funda en la convicción de que son fifís y de que su labor es secundaria o, peor aún, que es superflua, prescindible. No hay excusa para retrasar meses enteros el pago por esa actividad que, con más eficacia que la represión, contribuye a la paz social en tanto que ofrece a niños, jóvenes y personas mayores diversas opciones para llenar su ocio o satisfacer su interés en algo nuevo y noble. Quienes realizan ese trabajo, además de ser respetables como trabajadores y como artistas, son seres humanos, en muchos casos con familia que espera su ingreso para comer, vestir, mantener la salud y, si es posible, dedicar algo de tiempo y dinero al esparcimiento a que tienen derecho. Son, por si algo faltara, ciudadanos que en su mayoría votaron por las actuales autoridades, confiados en que mejoraría la penosa situación en que los tenían los gobiernos priístas y panistas. Los han defraudado. Pese a todo, esos ciudadanos realizan su trabajo con entusiasmo, convencidos de las bondades del arte. Hay que pagarles de inmediato. Lo merecen.

Incendio en el Abelardo

Cierran mal el año los mercados de la ciudad de México, no los financieros, sino los que venden frutas, verduras y otros alimentos. En diciembre hubo un incendio en el mercado de San Cosme, se volvió a quemar la Nave Mayor de la Merced y ahora le tocó también al mercado Abelardo L. Rodríguez, conjunto inaugurado en 1934 y decorado por pintores como Pablo O’Higgins, Antonio Pujol, J. Campos W., Angel Bracho, Miguel Tzab, Raúl Gamboa, Pedro Rendón, Ramón Alva Guadarrama, las hermanas Marion y Grace Greenwood y el escultor Isamu Noguchi. El Abelardo es un tesoro artístico único. Sin embargo, desde hace muchos años algunos comerciantes, no todos, han dañado algunos murales y otros han puesto muebles, láminas y otros objetos que los ocultan. Algún burócrata dividió hace muchos años –y así sigue— la decoración ejecutada por Ramón Alva Guadarrama para aislar la escalera que lleva a la planta alta en la entrada de Venezuela y cierto troglodita hizo destruir a martillazos gran parte de la obra de Bracho. En el sexenio pasado, el director del mercado autorizó la instalación de una estufa al pie de la obra de las hermanas Greenwood, en la entrada de Rodríguez Puebla y callejón Girón, lo que afortunadamente se pudo impedir. Por fortuna, esta vez el incendio no dañó las pinturas, dicen los técnicos de Bellas Artes. No esperamos otro siniestro.

Lucía Riojas, la destroyer

Ingenuamente, cualquiera supone que quienes ocupan cargos públicos son los primeros obligados a respetar y hacer respetar las leyes. La diputada “independiente” Lucía Riojas Martínez, quien llegó a San Lázaro impulsada por el derechista PAN, expuso a la revista Gatopardo su profunda convicción feminazi. Con su refinado lenguaje declaró: “Está cabrón, cómo estamos dispuestas a destruir la ciudad por una morra que no conocemos, y de eso se trata”. En efecto, de eso se trata, pues con absoluta impunidad se rompen aparadores, se quema una puerta del Palacio Nacional, se pintarrajean monumentos y se agrede a la policía y a otras personas porque el más alto responsable de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes se niega a cumplir con ese imperativo y dice que está prohibido prohibir. ¿Qué sigue? ¿Robar, destruir, matar?

La increíble Concha Michel

Concha Michel (1899-1990) fue cantante, compositora y dramaturga. A los siete años de edad fue recluida en un convento, del cual escapó en 1912 luego de quemar varias imágenes de santos. En su huida llegó hasta Estados Unidos, donde se ganó la vida como pianista y organista. A su regreso recorrió el país cantando corridos de feria en feria. A partir de 1925, se dedicó a recopilar canciones populares de las que reunió casi cinco mil y publicó el libro México en sus cantares. Militante comunista, viajó en 1930 a la Unión Soviética y a los países escandinavos para conocer la situación política y social de las mujeres europeas. En esa oportunidad, hizo amistad con Nadezhda Krupskaya, Alejandra Kolontai y Clara Zetkin. El gobierno de la URSS la contrató para cantar en las organizaciones obreras y para que diera a conocer a los trabajadores soviéticos las peculiaridades de la Revolución Mexicana. Volvió a México y, a causa de su posición feminista, fue expulsada del Partido Comunista, acusada de “concepciones antimarxistas sobre el papel de la mujer trabajadora” (10/XI/33). Pugnó tenazmente por el voto femenino y escribió, entre otras obras de teatro, Dios nuestra señora. Hacia 1967 donó a la SEP todo su patrimonio para la creación, en Michoacán, de una escuela de telares de la que fue profesora. En suma, una mujer de leyenda.

Breviario…

Hace seis décadas, a los 70 años de edad, falleció en la ciudad de México el polígrafo Alfonso Reyes, cofundador del Ateneo de la Juventud. También, en 2019, se cumplieron 120 años de que nuestro más grande compositor de música sinfónica, Silvestre Revueltas, naciera en Santiago Papasquiaro, Durango.