Mario Ancona Ponce
¿ No sabes tú mi nombre ?
No insistas. ¡No!, no es ese.
El nombre que me dices tan solo es una cifra
creada por los hombres.
¿O acaso te imaginas que números y letras
no puedan ser y sean, al fin la misma cosa?
¿Cuál es la diferencia?
Un rasgo de escritura, un gesto de los labios,
la sombre de una idea...
¡Cuestión de pequeñeces!
El nombre que repites
tatuáronlo en mi frente los hombres al nacer.
¡Mas ese no es mi nombre!
Recuerdo que venía de un mundo sin orillas.
Ahí tenía un nombre distinto, verdadero.
¡El nombre que no digo por más que mi memoria
se esfuerza en pronunciarlo!
Quizás el nombre nuevo y humano que me dieron
me impida recordarlo.
Pues ya de tanto oírlo y tanto deletrearlo,
leerlo y escribirlo,
paréceme, a veces, que nunca tuve otro
ni nunca lo tendré,
que todas mis ideas de ser un peregrino
del mundo de la forma,
son pálidos reflejos de ensueños fantasmales.
¡Locuras nada más!
Mas, ¡No!, yo no soy ese. No puedo ser un nombre
creado por el hombre.
No puedo ser un sueño de línea y calendario
que un número define.
No puedo ser tan solo la trágica experiencia
de un mundo de espejismo,
tendido como un puente del féretro a la cuna.
¡No es todo lo que tengo ni es todo lo que soy!
La voz de un sentimiento más hondo que mi esencia
me llama desde lejos,
me llama desde siempre diciéndome mi nombre
perdido en un rumor.
¡Entonces quedo a solas en medio del bullicio
y trato de acordarme del nombre que olvidé!
Por eso te pregunto.
Mas se que es todo inútil.
Mi nombre verdadero tú nunca lo sabrás.
Tan solo he preguntado por ver si has comprendido
que nunca lo has sabido...
¡Un día lo dirás!