Mario Ancona Ponce
¡Yo quiero, cuando muera,que me
arrojen sin cajas ni mortajas en el mar!
Hundirme en un cardumo de bufeos,
sumarme a las escamas
y perderme por todo el universo submarino
trocado en mariposa de las aguas.
Yo quiero que las aguas transparentes
devoren mi cadáver con sus fauces sin dientes ni quijadas.
Que mi sangre se vuelva yodo
caústico.
Mi idea, tenaz fosforescencia
incandescente
y lámpara encendida en las pupilas profundas y ahogadas
de los peces.
Que vísceras y entrañas
se transformen en frágiles aletas incansables
y agallas que descubran,
bajo el agua, el péndulo sin luz que mide el tiempo.
Que, libres de la trunca rectilínea lanzada a las alturas
por los huesos,
mis nervios se conviertan en cordaje que parta,
como un eje de diamante,
las vértebras ocultas en el mar.
Que hundidos en los cofres de las ostras mis ojos,
siempre abiertos, se hagan perlas.
Que el verso sin palabras en mi vida lo canten las riberas
para siempre
¡y todo el corazón se me haga sal!
Yo quiero, cuando muera, ser de mar.
A fin de que Yavé,
después del tiempo, recoja por las aguas mis despojos
¡y me haga para siempre de cristal!