Pedro de la Hoz
El cine guatemalteco existe y Berlín se va a enterar este viernes 8 de febrero. Si ya una vez, en 2015, el festival de la capital alemana, la célebre Berlinale, rindió honores a un filme del pequeño gran país centroamericano con la entrega del Oso de Plata a Ixcanul, ahora, en la edición de 2019, abre su pantalla a Temblores.
Cierto que repite el realizador; ambas películas se deben a Jayro Bustamante. Cierto que no estará en la selección oficial, donde solo aparece una película del ámbito hispanoamericano, la española Elisa y Marcela, de Isabel Coixet. Cierto que en Guatemala es muy difícil hacer cine de ficción, pero se hace, a razón de un promedio de unos cinco largometrajes al año en el transcurso de las dos décadas de este siglo, aunque se sufra.
Uno de los que se atreven, Sergio Ramírez, ha dicho: “Más que una carrera de velocidad u obstáculos, el cine es una carrera de resistencia, ya que uno como cineasta crea la historia, busca fondos para producirla, la filma, la presenta y nunca se despega de uno”. Otro que se arriesga, Erick Gálvez, observa: “Hay muchos productores y cineastas de una sola película porque no vuelven por otra, debido a que quedaron mal económicamente. Y es allí donde se estanca nuestro cine”.
Jayro Bustamante (1977) se ha impuesto romper la maldición en todos los órdenes: producir y dirigir no una, sino dos nuevas películas, y tratar temas candentes. De acuerdo con la sinopsis del filme hecha circular por los curadores del ciclo Panorama de la Berlinale 2019, Temblores se centra en la historia de Pablo, un hombre de 40 años, que cuando llega a la casa de su familia, espanta a esta al ver que se ha enamorado de otro hombre, Francisco. Al hacerlo, está cuestionando todos los valores de su familia, profundamente religiosa. A pesar de la resistencia de sus parientes, Pablo se marcha a vivir con su nueva pareja.
Con una estética inspirada en la Guatemala de los años 70, Temblores se caracteriza por ser una metáfora de cómo el individuo debe sacudir todo aquello que le aprisiona, al ser parte de una sociedad llena de tabúes.
En entrevista al diario chapín Prensa Libre, el director declaró: “Cada película es una nueva aventura, tiene su propio ritmo y su propia naturaleza. También creo que es importante saber que nosotros como seres humanos vamos evolucionando o involucionando y eso afecta la manera de trabajar. Uno no es exactamente el mismo en un proyecto u otro. A nivel profesional siempre es una gran prueba o reto hacer un largometraje. Sobre todo con Temblores, que es un proyecto que involucra mucha gente, muchos fondos. La responsabilidad es grande y en industrias como la guatemalteca los riesgos que tomamos los directores locales es enorme, porque aunque tengamos coproducción extranjera, lo que nosotros aportamos siempre debe venir de nuestra propia bolsa: préstamos, hipotecas, en fin, riesgos”.
Luego precisó: “A nivel artístico fue una experiencia muy grata porque todo mi equipo ha crecido mucho creativamente y eso me hace crecer mucho también”. El elenco es ciento por ciento nacional: encabezado por Juan Pablo Olyslager, en el papel protagonista; y Mauricio Armas Zebadúa, como Francisco.
La búsqueda de la libertad recorrió de igual modo Ixcanul, su primer y laureado largometraje. Al pie del volcán Pacaya, María y su madre imploran a los dioses tutelares que abonen a la primera el camino de la felicidad, que es un matrimonio arreglado. Sin embargo, ella está enamorada de Pepe, y Pepe, que la embaraza, solo tiene en su cabeza la idea de marchar, como tantos, a Estados Unidos a trabajar en lo que sea para huir del hambre y la miseria.
Lo que comienza siendo una película de más interés etnográfico que social –está hablada en cakquiquel– da pronto da vuelta para adentrarse en el drama del tráfico de niños y la discriminación hacia la cultura de los pueblos originarios, mediante un discurso cinematográfico contundente.
Entre Ixcanul y Temblores, Bustamente se las ha ingeniado para producir y llevar adelante otro proyecto, La llorona, en fase de terminación, tras recibir los fondos del premio EFAD-CACI en el Festival de San Sebastián del año pasado.
Se sabe que el filme escarbará hondo en la realidad guatemalteca, en el genocidio y los asesinatos en masa de civiles mayas durante el conflicto armado de la segunda mitad del siglo pasado, por los que el sátrapa Efraín Ríos Montt fue juzgado y condenado en 2013, aunque su sentencia terminaría siendo anulada el mismo año.
A un primer plano volverá María Mercedes Coroy, la protagonista de Ixcanul, una muchachita maya que anticipó la ruta que hoy transita desde la Roma, de Alfonso Cuarón, Yalitza Aparicio.