Cultura

Para llegar a Héctor Manjarrez

Pedro de la Hoz

Cuando leí el cuento “Fin del mundo”, de Héctor Manjarrez, supe que estaba ante un cuentista mayor, de modo que pasé por alto un desliz: el autor de una canción citada en el texto no es el que el escritor supone; Vete de mí fue compuesta por el argentino Virgilio Expósito, nada que ver con Álvaro Carrillo. La narración aludida era la penúltima incluida en el volumen Ya casi no tengo rostro, publicado en 1996 por la editorial Era, y su huella estremecedora, puesto que pocas veces se tiene ante la mirada una estampa tan cruda y poética a la vez del declive de una pareja que trata de salvar el naufragio sentimental.

Luego cayó en mis manos otro libro suyo, Anoche dormí en la montaña, de 2013. Acompañé al escritor por los parajes tan diversos en que se mueven historias y personajes –entre ellos la inefable Concha–, paladeé sus imprevistos giros matizados por la ironía, y tuve la percepción de asistir a un balance con la memoria de una generación que despidió el siglo XX entre la utopía y la desolación.

Pero sobre todo confirmé una convicción: Manjarrez es un maestro del cuento, de la narración breve, aunque alguna que otra se extienda un poco más. Ha escrito novelas Lapsus, algunos actos fallidos (1971), Pasaban en silencio nuestros dioses (1987), El otro amor de su vida (1999), Rainey, el asesino (2002), La maldita pintura (2004), Yo te conozco (2009) y París desaparece.

Al subrayar su dedicación al cuento pretendo destacar la contribución de Manjarrez a un género de tradición en las letras mexicanas y latinoamericanas y al hecho de que lo haga con todo rigor.

La cuentística mexicana creó paradigmas como los de Juan Rulfo y Juan José Arreola, pero después ha habido otros que al alternar la novela con el cuento han incidido en que este muestre una vitalidad sorprendente, tales los casos de Juan Villoro, Guillermo Samperio y Rosa Beltrán.

No hace tanto me enteré de que la editorial Era y la Universidad Autónoma de Sinaloa compilaron los cinco libros de narraciones breves de Manjarrez en uno solo: Historia, cuentos reunidos. En la nota editorial que acompaña la promoción del libro se nos dice que en sus páginas habitan algunos de los personajes más insólitos y apasionados de la literatura mexicana, en un ejercicio literario demostrativo de que un cuento perfecto puede surgir de detalles ominosos, como aquellos que hay en las pesadillas, pero también del recuerdo de personas extraordinarias cuyas vidas se vuelven más misteriosas al ser contadas. La misión de estos cuentos es clara: averiguar los impulsos que mueven a los seres humanos.

Al valorar esta colección integral, que abarca hasta el más reciente título del autor, Los niños están locos (2016), el crítico Alejandro Badillo señaló: “Una de las virtudes en los cuentos de Manjarrez es su oído para captar las tonalidades del habla. Es cierto, se regodea en lo coloquial pero nunca deja de ser exacto, no hay descuidos en la prosa. (…) La vocación del autor, en muchas ocasiones, es la de un escenógrafo que hace de sus recreaciones un personaje más de sus cuentos. A veces, la necesidad por contar demasiado, por traer toda la memoria de vuelta, hace que algunas historias pasen por baches o que el leitmotiv aparezca demasiado tarde. Sin embargo, cada uno de los relatos se mantienen vivos en la mente del lector y eso los hace perdurables”.

Espero que estas valoraciones inciten al lector yucateco a corroborarlas o disentirlas al encontrar sus libros durante la inminente nueva edición de Filey (16 al 24 de marzo), puesto que en ella estará presente Manjarrez, para recibir el mismo día de inauguración de la Feria el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que otorgan de conjunto la Universidad Autónoma de Yucatán y la asociación UC-Mexicanistas.