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Cultura

Ecos de mi tierra

Por Luis Carlos Coto Mederos

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El meneíto

Mi pariente Generoso

desde muy temprana edad

tuvo la fatalidad

de coger un tic nervioso.

Era formal, respetuoso

y serio desde chiquito,

y por eso el pobrecito

acomplejado vivía

porque manera no había

de quitarle el meneíto…

En aquel tiempo no había

los adelantos de ahora

y la cura salvadora

al parecer no existía.

Generoso no ponía

un pie fuera del lindero

pero un viejo farolero

de esos que lo saben todo

vio al muchacho y buscó el modo

de llevarlo a un curandero.

Le dieron baños, fricciones,

brebajes y cocimientos

lo embarraron en ungüentos,

le dieron mil apretones.

Se le hicieron verdugones

por lo que mucho sudó

y entre lo que se embarró

y la persuasión del viejo

le quitaron el complejo,

pero el meneíto… no.

Entonces ya Generoso

por todas partes andaba

y nada le preocupaba

su molesto tic nervioso.

Como era joven, tiposo

y de buena posición,

sin el complejo burlón

que tanto había padecido,

hizo el milagro Cupido

de flechar su corazón.

Se enamoró de María

la hija menor de Eleuterio,

un isleño bruto y serio

que en otra finca vivía.

A María un mediodía

se la encontró de improviso,

su tiempo perder no quiso

y tomándole la mano

le dijo muy campechano:

María…, con su permiso.

Y allí esperando quedó

la declaración María

y Generoso decía:

María, pero es que yo…,

vaya, a mí se me quitó

el complejo, pero va.

Y ella le dijo: Ya, ya,

conozco sus intenciones,

pero en esas condiciones

tiene que hablar con mamá.

Y rápido a hablar salió

con la vieja, Generoso

y como estaba nervioso

el meneíto aumentó.

En cuanto a la vieja vio

le dijo así: Yo venía

porque en el trillo a María…

le declaré mi querer

y ahora quisiera saber

si a usted… no le importaría.

Porque usted sabe que yo

estoy loco por… María,

Y va, lo que yo quería…

La vieja le contestó:

No puedo ni sí ni no

decirle, yo soy su madre,

y no es que usted no me cuadre

porque es un muchacho serio

pero hable con Eleuterio

que es mi esposo y es su padre.

Casi queriendo correr

llegó donde el viejo estaba

y el meneíto aumentaba

sin poderlo contener.

No hizo más que al viejo ver

y le dijo: yo venía

porque en el trillo a María…,

que no le parezca mal,

y a su esposa en el portal…

y ahora a usted también quería…

El viejo le dijo: ¡si?,

maniático, sabandija

a mi mujer… y a mi hija…

y ahora quieres ver si a mí…

Le dijo: Salga de aquí.

Sacó el machete y le dio

un planazo que sonó

como una piedra en un zinc

pero ni con eso el tic

nervioso se le quitó.

Como un bólido salió

por donde la vieja estaba

y corriendo le gritaba:

El viejo dice que no.

A María la encontró

que de regreso venía

y corriendo le decía:

el viejo me dio un planazo

que me partió el espinazo,

de aquello… nada María.

Ramón Espinosa

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