Cultura

Los aztecas y la conquista de México en las ambiciones inglesas, 1519-1713

Mientras España se volvía uno de los imperios más poderosos en el siglo XVI, ¿qué pasaba con sus vecinos? ¿Cuál fue la actitud de ingleses o franceses ante la conquista española? María Fernanda Valencia Suárez se propuso estudiar la visión de los ingleses, que en el siglo XVI todavía estaban lejos de ser una potencia, pero que fueron avanzando en ese proyecto todo el siglo XVII.

Valencia Suárez realiza en su libro, publicado por el Cephcis de la UNAM, un trabajo historiográfico enorme y muy importante: un recuento y análisis de varias obras de los cronistas españoles que fueron traducidas al inglés, y cada una con una línea editorial muy clara, que tenía poco de desinteresado, pues intentaba dar a conocer todo lo que los ingleses se habían perdido al no haber sido ellos los conquistadores de México Tenochtitlán. La autora consultó estas obras en varias bibliotecas de Inglaterra, como la Cambridge University y la British Library.

En 1555 se publicó en Inglaterra una traducción de las Décadas de Pedro Mártir de Anglería, complementada con información de Fernández de Oviedo y Francisco López de Gómara. La escribió Richard Eden en el marco de la boda de María Tudor y Felipe de Habsburgo (25 de julio de 1554). Y él ya se lamenta de que los ingleses no hayan sabido de estas tierras antes. Eden pasó por alto la conducta de los españoles ante la conquista, pues le interesaba más resaltar las riquezas de los aztecas. Será el comienzo de una serie de traducciones, con comentarios del traductor y editor.

Gracias a estas obras traducidas que describían las riquezas de América, en Inglaterra hubo un impulso por encontrar ellos mismos su propia Tenochtitlán. De ahí que el establecimiento de colonias en América del norte date de principios del siglo XVII. Creándose así también toda una representación de los indios del norte de América. Empezando con una visión positiva que se fue degradando poco a poco. Asimismo, se empezó a desarrollar la idea que los ingleses tenían derecho a defenderse frente a pueblos salvajes y violentos, traicioneros por naturaleza.

Lo más contradictorio de esta historia es que mientras en Europa circulaban las traducciones de los cronistas, en España se prohibieron las Cartas de Hernán Cortés y la crónica de López de Gómara, esta última permaneció vetada hasta 1726.

La obra a la que sacaron más jugo, y no solo los ingleses, sino todos los detractores de la monarquía española, fue la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de Bartolomé de las Casas. Ahí describía todas las atrocidades cometidas por los españoles; por tanto, sus argumentos resultaban ser perfectos para desacreditar al enemigo. Una de las acusaciones fue que habían fallado en su misión de convertir a los pueblos indios. Así, poco a poco, la autora muestra cómo a través de las crónicas traducidas se observa el discurso de la superioridad moral y de la expansión legítima. Todo lo cual llegó a su máximo durante el gobierno de Cromwell (1653-1658); hay que recordar que durante su gobierno la monarquía fue cazada y se instaló en su lugar la República, Commonwealth of England.

Con la vuelta a la monarquía en 1660 nuevos intereses estuvieron en la mira. Cuando llegó el siglo XVIII ya estamos hablando del imperio británico con Escocia e Irlanda. Como afirma la autora: “era cada vez más poderoso, ya no estaba en la periferia del mundo, sino que era una potencia central económica, política y militar. Inglaterra, en el discurso y en la práctica, había establecido su imperio y su derecho a América”. (p. 87)

María Fernanda también hace mención de una serie de viajeros (más conocidos) que recorrieron la Nueva España tomando notas, de forma inocente, cuando en realidad eran unos espías; tal es el caso de Thomas Gage, cuya obra es muy valiosa por sus descripciones tan detalladas, y Gemelli Carreri, un italiano que también se tradujo al inglés, pues reforzaba una idea muy en boga de que los aztecas estaban relacionados con el demonio. También se llegó a pensar que descendían de las tribus perdidas de Israel e, incluso, se les asoció con China y Japón.

Los aztecas entonces ejercían gran curiosidad entre los coleccionistas. La autora detalla las vías en que algunos códices y piezas llegaron a las bibliotecas inglesas; destaca por su importancia el Códice Mendoza y el Códice Selden (de siglo XVI). El primero perteneció a Samuel Purchas, quien incluso usó datos del códice para escribir una recopilación histórica. Conforme avanzó el siglo XVII la idea de los aztecas como ignorantes y que por eso habían sido derrotados, se fue extendiendo y cobrando fuerza.

Otro aspecto a mencionar en el libro son las imágenes, ellas mismas dan motivo a otros análisis, como las portadas de libros, los castigos, los mapas, o los estereotipos indios, etcétera.

En suma, para los lectores interesados en la historia y el periodo de la conquista de México en busca de libros serios pero a la vez amenos, este libro llenará sus expectativas.

* Profesora investigadora de Ciesas Peninsular.