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Cultura

Lo sagrado

Alberto Híjar Serrano

La reflexión sobre lo sagrado en el espacio gótico brilla por su ausencia ante el obsceno despliegue económico-político en apoyo a la reconstrucción de la Catedral de Nuestra Señora en París. El colmo de la demagogia francesa es la convocatoria a “miles de jóvenes” para participar en la reconstrucción. Los especialistas no han sido consultados para que expliquen el acuerdo internacional de la Carta de Atenas de 1933 que precisa los criterios de restauración y conservación de los monumentos históricos. Norma fundamental, vigilada para su cumplimiento por la Unesco, es la de distinguir claramente los materiales usados para que no se confunda lo nuevo con lo antiguo. Alarma que alguna nota de prensa reporte la búsqueda de un “bosque” para reponer los cientos de robles que componen el techo original de la Catedral siniestrada. Habrá que proponer un material ligero distinto al natural que deberá quedar visiblemente separado.

El problema principal es preservar el espacio interior con la luminosidad exacta de los grandes vitrales y la cubierta muy alta, para dar lugar a la experiencia de lo sagrado en cuanto se entraba al templo. Es este el patrimonio de la humanidad: esa unción descubridora de una necesidad profunda de saberse soberano más allá del bien y del mal, para alcanzar la virtud y la perfección. Los creyentes prolongan este sentimiento con la oración que, bien hecha, puede propiciar el trance. Los no creyentes sólo tenemos el recurso de la contemplación del espacio más que humano, para todos los albergados por las maravillas recorridas por los sentidos: los vitrales, las tallas, las columnas, los altares, todo para reconocer una dimensión sagrada plenamente construida por la humanidad.

La construcción deberá ser vigilada para impedir barbaridades como ya se han dado al reconstruir pinturas por la mano de improvisadas restauradoras. Especial problema plantea la aguja rota de Eugène Viollet-le-Duc como agregado decimonónico escoltado por esculturas religiosas convencionales resguardadas desde antes para su restauración. Estas imágenes son prescindibles, pero el rigor conservacionista las volverá a colocar escoltando una nueva aguja que deberá ser de una resina ligera diferenciada de la base original y del techo de roble de la Catedral. La Santa Madre Iglesia ha organizado como estrategia la construcción de los templos, en especial las catedrales por su magnitud, para prolongarlos todo lo posible como participación económica en el culto y el reconocimiento a los donantes como ejemplo de piedad filantrópica. Ojalá los grandes consorcios asociados con el Estado francés no exijan una placa con sus nombre y logotipos, como propaganda pública de lo que protege el secreto bancario: la elusión de impuestos y los privilegios mercantiles conseguidos.

El ejemplo debiera incidir en la restauración de templos y monumentos dañados por los temblores en Morelos y Oaxaca y en la antigua Mesopotamia devastada por ISIS y los ejércitos de la barbarie imperialista. Mucho sabe de esto el sabio reconstructor de la Habana Vieja, Eusebio Leal, que debiera ser consultor principal por la Unesco, donde goza de gran prestigio. La historia y su memoria adquiere un sentido humanizador libertario cuando opone al mercantilismo turístico y a la evasión de impuestos disfrazada de caridad, la humanización plena de los espacios habitables.

Los rezos masivos frente a la deteriorada catedral han dado pruebas de piedad comunitaria ejemplar. César Vallejo, el gran poeta peruano socialista por convicción libertaria, describe el momento de unción en la concentración del tenista que avienta la pelota hacia arriba para golpearla con fuerza precisa y colocarla como servicio ace del otro lado de la red. Trabajo perfecto y virtuoso. Esta concentración en una sucesión de movimientos exactos, exige unción total, como el disparo a un blanco o la frase sintética y convincente en un discurso. Lo sagrado va más allá de las creencias religiosas. Todos participamos un poco de esto en la Semana de la Pasión.

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