Tomás Ramos Rodríguez
Cuando respiro un vaho de palabras en tu boca,
digo lengua como la exclamación de tu vientre sinuoso.
En donde me ofrezco a tu tránsito eléctrico, a tu hélice alta,
en donde escucho lo que se desbarata en tus cabellos.
Porque el recuerdo que se abandona en la prisa adulta soy,
el recuerdo de victoriosas batallas por tu silencio:
fuimos como dos estrellas delirantes frente al monitor y la ventana.
Amarte pudo ser asunto de cada noche de sábado,
en donde inexacta, curva en rodilla viciosa, juzgarte
fue aceptar mi culpa por los cuerpos anónimos e irreverentes.
Pero que no me ames puede ser asunto tuyo,
de una palabra muy grande la cual bien tú sabes,
en la cual me hundo cuando me socava la incoherencia
del aguardiente turbio y la sonante lascivia.
No amarme puede ser también asunto de mi falta de roce en tus pezones.
Puede ser la ausencia del amor o la ictericia,
las fibras elásticas del rencor, su falta de esmalte,
este exceso de carne por mi falta de minerales y cutícula.
Por eso mi asedio genuino por estos vocablos dulces.
Porque por ellos me descubro, inclemente,
huérfano insolente en las fecundas bravuras de tu boca.