Cultura

Pedro de la Hoz

El diario Los Angeles Times recuerda que esta es la última semana para ver en la Rose Gallery, de Santa Mónica, la exposición antológica que resume cincuenta años de imágenes captadas por Graciela Iturbide.

La publicación da cuenta del impacto de la muestra y del lugar que ocupa la artista en el arte fotográfico contemporáneo. La crónica lamenta que la serie expuesta carezca de referentes biográficos y no esté acompañada de textos introductorios que puedan arrojar luz al espectador a cerca de la dimensión de la autora, pero asegura que quienes han pasado por la galería no pueden dejar de intuir ni la jerarquía estética de Iturbide ni de estremecerse ante la fuerza de sus mensajes.

“El poder y la gracia de la obra de Iturbide brillan –apunta el diario angelino–, aunque no sepas nada de su biografía; México DF desde 1972 es una respuesta a las representaciones de la sociedad parisina de finales del siglo XIX. Una mujer bien vestida fuma en la mesa de un café, con un vaso vacío delante de ella. Sus prominentes pómulos y ojos resonaban en negro y hacían eco de los del enorme cráneo pintado en la pared detrás de ella. La imagen es teatral y alegórica”.

También la nota recuerda cómo este 2019 comenzó con una importante muestra de Iturbide en el Museo de Bellas Artes de Boston (MFA-Boston), que permaneció abierta hasta el pasado domingo 12 de mayo. El México de Graciela Iturbide, comentada y elogiada por críticos de The New York Times y The Boston Globe, de The Washington Post y Artforum, y que mereció una reseña en The Wall Street Journal titulada Vida y muerte al sur de la frontera, exhibió 125 fotografías.

La institución destacó que era hasta el momento la mayor exhibición de la obra de Iturbide en la costa este de Estados Unidos, la cual se había nutrido tanto de la propia colección de la artista como de préstamos de coleccionistas norteamericanos privados, e incluía 37 piezas adquiridas recientemente por el propio MFA-Boston.

Dividida en nueve núcleos temáticos, los visitantes al MFA-Boston valoraron la sagacidad con que Iturbide explora diversos aspectos de la cultura mexicana, como las festividades, el culto a la muerte, el simbolismo de las aves y la realidad que intuye detrás de los retratos. De la obra reciente sobresalen dos series; una sobre los cactus cuidados por el Jardín Etnobotánico de Oaxaca, y otra, muy sorprendente, El baño de Frida, instantáneas que reflejan objetos personales de esa estancia de la Casa Azul de la pintora que había permanecido clausurada por cincuenta años luego de la muerte de la artista.

La curaduría del MFA-Boston consignó cómo “las poderosas y provocativas fotografías de Iturbide son antipintorescas y antifolclóricas; su trabajo encarna su enfoque empático hacia la fotografía y su profunda conexión con sus sujetos, formulando preguntas a través de su capacidad para asociaciones imaginarias”.

En su tierra, ella es profeta. Hasta junio ha sido extendida la exposición Graciela Iturbide: cuando habla la luz, en el Palacio de Cultura Citibanamex, Palacio de Iturbide, Madero número 17, en el centro histórico de la capital. Inaugurada el 23 de noviembre del año pasado, la muestra, visitada al cierre de abril por 230 000 personas, reúne 270 imágenes y es considerada hasta ahora la más completa exhibición personal de la autora.

Como importante valor añadido está el catálogo con todas las fotografías, la introducción del curador Juan Rafael Coronel Rivera y un exhaustivo ensayo de Rosa Casanova, quien atiende el patrimonio gráfico en el Instituto Nacional de Arqueología e Historia.

De regreso a la exposición en Santa Mónica, otra foto centró las miradas. Captada en 1984, en una céntrica plaza, El señor de los espejos retrata a un hombre que lleva consigo dos espejos. La fragmentación de la realidad es algo más que una ilusión, acaso sea la metáfora de un drama donde lo cotidiano y lo social establecen un contrapunteo poético imprevisto.