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Un monumento neoclásico en el sitio fundacional de La Habana

Texto y Fotos

Enriquito Núñez

Especial para PORESTO!

Hacia 1519, los primeros pobladores de San Cristóbal de La Habana habían escogido una nueva ubicación para su asentamiento a la vera de la llamada Bahía de Carenas, un profundo y bien protegido puerto en la costa norte, frente al océano Atlántico. Era la tercera vez que se establecían en un sitio, desde que en 1514 lo hicieron por primera vez en la costa sur, a orillas del río Onacaginal, y luego que más tarde emigraran a la costa norte y se asentaran en la desembocadura del río Casiguaguas, actual Almendares, en un lugar que llamaron La Chorrera. Al parecer, en esta tercera ocasión habían encontrado la que sería la definitiva ubicación de su pujante población. Para consagrar y bendecir la decisión tomada, se reunieron en cabildo y misa el 16 de noviembre de 1519, protegidos por la sombra de una enorme ceiba para declarar finalmente la fundación de la villa. Ese día, aquellos colonizadores no imaginaban que estaban fundando la que con el paso del tiempo es considerada una de las ciudades más bellas del Caribe insular. Con el correr de los siglos, La Habana iba a convertirse no solo en la capital de Cuba, sino en uno de los sitios más importantes desde el punto de vista histórico, económico, cultural y político de todo el mundo hispano-americano.

El hecho fundacional había ocurrido frente al canal de la bahía, en una de las esquinas de lo que luego fue Plaza de Armas –en la actualidad no es propiamente una plaza, sino un amplio y arbolado parque. Una enorme ceiba brindó cobijo a la ceremonia civil y religiosa, y a partir de ese momento aquel frondoso árbol, y los sucesivos, hasta el número once –la actual se plantó en 2017– se convirtieron en el emblema de las celebraciones por los aniversarios de la ciudad de La Habana. Una razón comúnmente aceptada es que con la llegada de los primeros esclavos negros, y tal vez por su cierto parecido con el baobab, aquellos le confirieron a la ceiba antillana poderes mágicos, mismos que se convirtieron en tradición para los habaneros, más allá de su connotación religiosa entre los africanos procedentes del occidente de Africa, cuna de la religión yoruba. Pero además, el árbol de ceiba (Yaaxché) ya era un símbolo sagrado entre los mayas, y en el sureste mexicano, el árbol aún es considerado como sinónimo de sabiduría y resistencia. Un dato curioso: en Cuba la ceiba también fue adorada entre los indios taínos, quienes le dieron su nombre. Más aún, la ceiba se considera sagrada, lo mismo para devotos blancos, negros o asiáticos, practicantes de diferentes cultos sincréticos. Para estos últimos la ceiba es el trono de Santán Kón, la versión china de Santa Bárbara, y para los campesinos es, en general, el Arbol de la Virgen María.

Cada año, la víspera del 16 de noviembre, los habaneros se reúnen en una vigilia, en la que luego de una larga fila le dan tres vueltas a la ceiba en El Templete y piden en secreto un deseo. Piden cualquier cosa, pero entre nosotros es muy común pedir fervorosamente un deseo por el bien de nuestra ciudad. Apenas tres siglos más tarde, el sitio fundacional de La Habana ya tenía mucha historia e importancia. La Habana había cambiado muchísimo. El lugar se había convertido en el centro del poder político y militar, y aquella aldea originaria había pasado a ser el centro del imperio español en América. En tiempos cuando en América del sur comenzaban las guerras de independencia, La Habana se convirtió en el bastión más preciado de España, su plaza más rica y segura. En el área circundante al sitio de fundación de la ciudad ya se habían erigido sucesivamente importantes edificaciones, como el Castillo de la Real Fuerza –la primera fortaleza militar española en América– levantado en 1558, que fue cuartel, tesorería y residencia de los gobernadores hasta la construcción del Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio del Segundo Cabo, y el Palacio de los Condes de Santovenia, erigido a principios del siglo XVIII, y convertido en hotel por primera vez en 1867, inaugurado en 1791. Por último, el Palacio de los Capitanes Generales, de estilo barroco cubano, que es el edificio más importante de la Plaza de Armas, por haber sido residencia de los gobernadores de la isla, y actualmente sede del Museo de la Ciudad.

En 1754, bajo el mandato del Capitán General Francisco de Cagigal, se había construido una columna conmemorativa en el lugar que ocupó la ceiba originaria, luego de la desaparición de aquélla. La llamada Columna Cagigal, que existe aún, marcó desde entonces el lugar de la fundación. En su base, se encuentra un busto del Adelantado Don Hernando de Soto, primer gobernador de la villa de La Habana. Hacia 1827, siendo entonces gobernador y capitán de la Isla, don Francisco Dionisio Vives y Planes, Conde de Cuba, decidió restaurar la columna y levantar además un monumento mayor. El Ayuntamiento habanero tomó el acuerdo de recuperar la columna y toda el área circundante. Ese mismo año se inició la construcción de una de las obras que mayor influencia ha ejercido en el desarrollo de la arquitectura cubana: un monumento de estilo neoclásico greco-romano dedicado a la fundación de La Habana, que recibió el nombre de El Templete, y que, aparte de ser en sí un sitio conmemorativo, cumplió la doble función de albergar tres obras del pintor francés Jean Baptiste Vermay, quien fuera el fundador de la Escuela de San Alejandro. El conjunto lo conforman una pieza que representa la misa, la otra el cabildo y la tercera, que ocupa la pared central y fuera colocada más tarde, ilustra la inauguración del monumento, en ceremonia oficiada por el obispo Espada, efectuada el 19 de marzo de 1828.

El monumento tiene una fachada compuesta por un pórtico de columnas dóricas que sostiene un friso decorado y un frontón con una inscripción conmemorativa de la inauguración. También entre los elementos notables de su diseño se encuentra el arquitrabe con seis columnas de capiteles dóricos, zócalos áticos y las cuatro pilastras en los costados. Los pisos de interior son de mármol y su pavimento es de mármol blanco. En su interior se halla un busto de mármol de Cristóbal Colón. El Templete, uno de los sitios históricos más importantes de La Habana, se considera como la primera obra civil de carácter neoclásico en Cuba. En 2017, y bajo el auspicio de la Oficina del Historiador de la Ciudad, le fue devuelto el aspecto original que había perdido en unas obras urbanísticas durante el siglo XVIII. También fueron restaurados totalmente los lienzos originales de Vermay, cuyos restos reposan allí junto a los de su esposa en una urna de mármol. En sus palabras al dejar inaugurada hace dos años la obra de restauración del monumento, el Historiador de la Ciudad, Doctor Eusebio Leal Spengler, refiriéndose al 500 aniversario a, celebrarse este año 2019, expresó:

“La celebración de esa fiesta y la vocación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana de conmemorar y celebrar algo tan importante como el medio milenio de una de las ciudades más antiguas del Nuevo Mundo, de una ciudad que ha acumulado tanta historia, no solamente en arquitectura, no solamente en memoria que sería lo intangible, lo inmaterial, sino también acontecimientos de todo orden que han contribuido a hacer grande a la nación cubana (…) A esto nos dedicamos con pasión. Y es así que podemos venir hoy al Templete, el lugar de fundación de La Habana y considerarnos herederos generacionales de los fundadores de la ciudad, considerarnos herederos en nombre de todos los cubanos”.

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