Cultura

Presentan Antología personal

Conrado Roche Reyes

Se presentó en la galería Le Cirque (calle 55-A No. 538, el barrio de Santiago) el último libro del escritor Manuel Calero intitulado Antología personal.

Los presentadores fueron Carlos Martín y Roberto Azcorra, mismos que en extensas reflexiones nos hablaron del estilo y la obra de Calero.

Este último aspira a hacer textos “fisológicos”. Trata de explicar, por ejemplo, cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento de diez o más individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, porque el análisis muestra intrínsecamente ligados los unos a los otros. Sus textos siguen un esquema, un retrato social que tiene, veladamente en algunos casos, su buena dosis de violencia y dramatismo. Es muy explícito en sus descripciones. Se nota, a simple vista, que fueron elaborados con imaginación y con mucho esfuerzo y trabajo por parte del autor. Los dota de historias también trágicas. Defensor acérrimo de la verdad, en sus cuentos y relatos expone esta con toda su crudeza y con algo de sentimentalismo.

Su obra supone también, como es el estilo de Calero, un ataque a la manifiesta burguesía de nuestra tierra, así como al idealismo romántico posmoderno. Esto supone, obviamente, una osadía literaria tal, que bien la han valido entusiastas admiradores y algunos detractores, quienes arguyen que es un escritor extremadamente regionalista. Por supuesto que lo es, pero Manuel es más cercano al naturalismo que va emparentado a lo anterior. Además de las determinantes aportaciones de Calero en la temática de su trabajo, obra en Yucatán como catalizador de una serie de reacciones frente a lo que, en última instancia, funciona como una manifestación de lo moderno, en el buen sentido de la palabra. Autodefine, hasta cierto punto, una conciencia común que al aceptar lo que puede adaptarse y al rechazar lo que parece extraño, cuando no prepotencia literaria o extravagante. Esta conciencia común, es decir, una singularidad muy nuestra, muy yucateca, que va a lo universal, que en este momento histórico puede verse como el espíritu de un pueblo.

No es cuestión de hacer un nuevo balance de sus aportaciones en este libro, por lo que se refiere a la temática del discurso del mismo; sin embrago, es oportuno recordar que, gracias a valiosos trabajos, entre los cuales descuella la síntesis no superada aún. Tiene una concepción determinista de la literatura al aferrarse a pintar el vicio y las plagas sociales –incluyéndose siempre o casi siempre–, revelador de una realidad y una correlativa concepción estética. No concibe un arte esclavo en todo el libro, escrito porque mire sus manuscritos, en varios momentos de la vida de Manuel Calero, algunos bastante lejanos y otros, asombrosa y sabrosamente actuales. Un sueño fantasmagórico de época.

Sin embargo, y a pesar de todo, todos parecen concluir, y nosotros con ellos, que Calero y su influencia es un determinante como revulsivo estético y, por nuestra parte, añadiremos como toma conciencia de la propia identidad.

La influencia de Juan Rulfo en Manuel es innegable, se resalta y en ocasiones se exagera, dando un sesgo a su obra –de Calero–. Ya es tiempo de decir, gritar, aullar, que ¡Manuel Calero es Manuel Calero!, y ya...

Al término del evento actuó un conjunto musical amenizando el acto.