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Cultura

No le digas a nadie

“Todo abuso es siempre una monstruosidad. En la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios. Tenemos el deber de escuchar atentamente este grito silencioso”. Estas palabras fueron pronunciadas el pasado 24 de febrero por el Papa Francisco al dirigirse a los 190 prelados de todo el mundo reunidos en un foro efectuado en la Santa Sede para abordar la pederastia en el seno de la Iglesia católica.

El grito ha dejado de ser silencioso; el clamor de las víctimas se eleva y pone al descubierto, con pelos y señales, cómo una conducta atroz dista de ser excepcional dado su carácter continuado y la implicación, activa o permisiva, de una parte del clero en varios países.

En Polonia, el escándalo adquirió vastas proporciones cuando el último 11 de mayo el canal Youtube comenzó a difundir el filme testimonial Tell No One (No le digas a nadie), dirigido por el documentalista y escritor Tomasz Sekielski y producido por su hermano Marek Sekielski.

A lo largo de 121 minutos la película expone la responsabilidad de la Conferencia Episcopal de Polonia en el ocultamiento de los sacerdotes pedófilos. Crímenes de antigua y reciente data desfilan por la pantalla. Entre los sindicados se hallan Franciszek Cybula, capellán personal del expresidente Lech Wa??sa; el ya fallecido Henryk Jankowski, también cercano al movimiento Solidaridad y Eugeniusz Makulski, promotor de la edificación de la Basílica de Nuestra Señora de Lichen.

El caso Jankowski, que al airearse en 2018 puso como nunca antes el dedo en la llaga de la pederastia, revela las aristas controversiales de la exposición pública de esa conducta impropia. En Gdansk, donde los militantes del partido de Wa??sa habían levantado un monumento al capellán, la estatua fue desmontada por ciudadanos indignados, pero las autoridades locales volvieron a situarlo en el pedestal, hasta que advirtieron que la actuación pasada de Jankowski era inocultable e indefendible, por lo cual retiraron definitivamente su representación escultórica.

Entre el 11 y el 20 de mayo, la película ha sido vista más de 20 millones de veces, la mitad tan solo en las primeras 72 horas. Ante la demanda, los hermanos Sekielski han entrado en conversaciones con Netflix para su emisión por esa plataforma. El 16 de mayo ocupó un espacio estelar en la televisora polaca WP.

La reacción de la cúpula eclesiástica polaca no se ha hecho esperar. El arzobispo primado Wojciech Polak confesó estar “profundamente conmovido por lo visto en el filme del señor Sekielski”. Su colega Stanis?aw G?decki dijo: “Con emoción y tristeza miré la película, por lo que me gustaría agradecer al director”. Ambos, en su momento, negaron apoyo al documentalista. En las antípodas, el arzobispo de Gdansk, S?awoj Leszek G?ód?, al ser abordado por la prensa el 12 de mayo, con gesto despectivo respondió: “No acostumbro a ver tonterías”.

Esta semana el diario The New York Times reflejó el impacto del documental: “El escándalo de abusos eclesiásticos no es nuevo en Polonia, pues lo han documentado periodistas y la misma iglesia, con un patrón de crímenes y encubrimientos parecido a lo visto en Boston o Dublín. Sin embargo, en un país donde la iglesia mantiene un papel central en la vida personal y política, el asunto había permanecido entre las sombras. Ya no. Tell No One ha paralizado a la nación”.

Los abusos descritos en el filme se remontan a los años ochenta, época en que Iglesia estaba en la primera línea del enfrentamiento al comunismo y la tutela soviética. La nota del influyente diario estadounidense señala que las revelaciones han forzado una discusión dolorosa sobre si Juan Pablo II, ahora venerado como santo, no tomó medidas para proteger a los niños.

Para el reconocido biólogo norteamericano Jerry Coyne, el documental es “poderoso y conmovedor”, sobre todo por dar voz a “las víctimas, que ahora han crecido, relatan sus abusos en detalle, a veces se enfrentan a sus abusadores ancianos, y relatan sus intentos frustrantes e inútiles para que la Iglesia tome en serio el abuso”.

“Lo alentador –subraya– es la tenacidad de los sobrevivientes para obtener justicia, o al menos que se cuente su historia, y la compasión de quienes los ayudaron y de los que hicieron esta película”.

La crisis desatada por la denuncia de crímenes pedófilos, por su alcance global, es la más grave que ha debido enfrentar la Iglesia católica a partir del término de la Segunda Guerra Mundial.

El pontífice retirado Benedicto XVI intentó asordinar los hechos en unas notas publicadas por la prensa italiana, al atribuir la proliferación de abusos a la revolución de las costumbres, sobre todo sexuales, de los años sesenta, consecuencia, según él, del “clima conciliar” tras el histórico Concilio Vaticano II. El historiador católico norteamericano Christopher Bellito le salió al paso. Decir que la existencia de curas pedófilos se remonta a la “cultura de la transgresión” y a la revolución del 68 es “catastróficamente irresponsable”.

En México conviene hacer memoria. Durante una entrevista reciente que vio la luz en la revista católica española Vida Nueva, el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, reconoció que el Vaticano tenía desde 1943 documentos sobre la pederastia del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. El religioso fue investigado entre 1956 y 1959. “Quien lo tapó era una mafia, ellos no eran Iglesia. Tengo la impresión de que las denuncias de abusos crecerán, porque solo estamos en el inicio. Llevamos 70 años encubriendo, y esto ha sido un tremendo error”.

El Papa Francisco se yergue en este panorama con una entereza moral irreductible. Ha dicho que la Iglesia llevará ante la justicia a los miembros que cometan pederastia, que el Vaticano endurecerá los procesos de selección para quienes quieran pertenecer a la institución; y que apoyará a las víctimas con ayuda profesional.

El director de No le digas a nadie calificó como inspiradores los pronunciamientos del Sumo Pontífice. En cuanto a la recepción de su filme, comentó: “Ha superado nuestras más altas expectativas, al provocar una búsqueda espiritual verdadera entre el clero. Hemos escuchado voces en el interior de la Iglesia que hablan de que ha llegado el momento de hacer un cambio real”.

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