Pedro de la Hoz
Isabel Allende es una sola; los medios de comunicación, no. A principios de semana lanza en Madrid su más reciente novela, Largo pétalo de mar. Ya veremos; trama, escritura y alcance ofrecen mucha tela por donde cortar. En el acto de presentación, comenta un asunto de actualidad. La novela pasa a un segundo plano; por delante, sus opiniones sobre un tema relacionado íntimamente con la obra literaria, la migración.
Solo que, de acuerdo con la militancia del medio –la ideología, la filiación de los dueños, el dinero que los sustenta, los intereses creados, los servicios que presta– las palabras de Isabel vuelan hacia uno u otro lado.
El Nuevo Herald, de Miami, titula: “Isabel Allende: la resistencia al inmigrante es una condición humana”. El Periódico, de España: “Isabel Allende: ‘Trump ha convertido la frontera en un genocidio’”. Claro está, la frontera sur con México. Por la segunda versión se va Deia, el diario vasco; la agencia Europa Press, Diario de Navarra y Libertad Digital. Por la primera, la mayoría de los órganos de prensa impresos y digitales de lengua española. No importa que la fuente sea la misma, la cuestión pasa por cómo se quiera matizar las declaraciones de la escritora. Para unos, el cuestionamiento del impacto de la migración en estos tiempos queda en un plano generalista; para otros, la situación apunta a un hecho concreto y a un personaje político con nombre y apellido.
Lo mismo sucede con la mención a Venezuela. Si se deja en el aire la frase de la Allende, “Venezuela está destrozada”, la inferencia condenatoria resulta aplastante: crisis humanitaria equivale a desgobierno. Esa fue la apuesta del medio hispano Noticiero Digital para vender la noticia. Sin embargo, más adelante, cuando se cita en extenso lo que dijo la novelista, las aguas son menos turbulentas y no tan convenientes para los que medran con la guerra económica y los actos ilegales contra el poder constitucional y democráticamente legítimo de la patria de Bolívar: “Los venezolanos que han tenido que salir del país no han sido bien recibidos en algunas partes, cuando ellos recibieron con enorme e inmensa generosidad a refugiados y emigrantes que vinieron de todas partes del mundo”.
Al tratar la novela sobre la emigración de españoles que dejaron atrás su tierra tras la derrota de las huestes republicanas, el tema afloró con fuerza, al punto que la novelista comparó la situación de los protagonistas de la narración con lo que ocurre actualmente en Estados Unidos, donde “si no hubiera esta campaña espantosa contra los inmigrantes la gente sería mucho más abierta a recibirlos”.
De acuerdo con Efe, la escritora sostuvo que, a pesar de que Estados Unidos es un país hecho de inmigrantes, “con cada nueva ola ha habido rechazo”. Pasó entonces a manifestar su preocupación por el auge de los nacionalismos en Europa: “lo mismo que en Estados Unidos sucede en Europa, es una vuelta a la derecha, al individualismo y al nacionalismo peligrosa. Europa prosperó tanto por ser una unión de países y eso se puede romper en cualquier momento. Si los nacionalismos cerrados triunfan se termina Europa como Europa”. De estas últimas afirmaciones, ningún medio osó armar un titular.
Isabel Allende está más allá del bien y el mal. Es una escritora de éxito. Le ha cogido la vuelta al negocio de los best sellers, sin traicionar lo que es o pretende ser. Ha sobrevivido al ácido vertido sobre ella por el norteamericano Harold Bloom –“Isabel Allende es una muy mala escritora y sólo refleja un período determinado; después todos se olvidarán de ella”– y a la descalificación de su compatriota Roberto Bolaños quien la rebajó al oficio de “escribidora”.
¿Qué sabe y le interesa vender? Obvio, semanas antes de su lanzamiento, su casa editora y ella circularon un producto publicitario por las redes sociales que incitaba a consumir la novela Largo pétalo de mar. Es lo que se ha dado en llamar booktrailer, es avance del contenido del libro al estilo de lo que funciona con las películas.
De la novela me limito a reproducir lo que la sinopsis apunta. En plena guerra contra la República, el joven médico Víctor Dalmau, junto a su amiga pianista Roser Bruguera, se ven obligados a abandonar Barcelona, exiliarse y cruzar los Pirineos rumbo a Francia. A bordo del Winnipeg, un navío fletado por el poeta Pablo Neruda que llevó a más de dos mil españoles rumbo a Valparaíso, embarcarán en busca de la paz y la libertad que no tuvieron en su país. Recibidos como héroes en Chile –ese “largo pétalo de mar y nieve”, en palabras del poeta chileno–, se integrarán a la vida social del país durante varias décadas hasta el golpe de Estado que derrocó al doctor Salvador Allende, amigo de Víctor por su común afición al ajedrez. Víctor y Roser se encontrarán nuevamente desarraigados, pero como dice la autora: “si uno vive lo suficiente, todos los círculos se cierran”.
A continuación, un gancho al mentón del potencial comprador por parte de la editorial cuando suscribe: “Un viaje a través de la historia del siglo XX de la mano de unos personajes inolvidables que descubrirán que en una sola vida caben muchas vidas y que, a veces, lo difícil no es huir sino volver”.
Prometedor argumento envuelto –las últimas palabras citadas– en celofán. La lectura dirá la antepenúltima valoración, pues nadie posee la verdad absoluta y otros dirán la última. De momento, dejemos que Isabel Allende sea como es y no la arrimemos a la sardina que ciertos medios quieren poner en la brasa.