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Cultura

A propósito de una exposición

Jorge Cortés Ancona

Hay varios aspectos a considerar en la exposición denominada literalmente Posregionalismo. Arte en Yucatán en los años 80’s y 90’s, que se presenta en la galería interior del Teatro Peón Contreras, bajo la curaduría de Alberto Arceo.

En esta selección de obras pertenecientes al acervo en resguardo de la Secretaría de la Cultura y las Artes y que se integra fundamentalmente con obras ganadoras de las bienales estatales efectuadas entre 1985 y 1999, se pretende mostrar un cambio de temas y modos de plasmación en las artes plásticas yucatecas con relación al llamado “regionalismo yucateco” en las dos últimas décadas del siglo XX. En particular, el auge de la figuración libre y la abstracción, en ambos casos sin dependencia de la representación de motivos locales.

Esos cambios en realidad ya se venían dando desde décadas atrás, aunque no siempre eran reconocidos, por ejemplo, la influencia surrealista en varios dibujos de Armando García Franchi. Más notorios fueron los modos de plasmar el entorno regional en varios cuadros de Rafael Viana Briceño, fallecido prematuramente en 1973, donde la libertad de trazos da lugar a que la figura representada se sumerja en un entorno que se aproxima a la abstracción.

Ha habido pintores de vasta obra que poco se enfocaron en el paisaje yucateco, como Ermilo Torre Gamboa. Y si bien es cierto que no vivían en Yucatán, existen cuando menos tres pintores yucatecos relacionados de modo amplio con la abstracción desde décadas previas: Alvar Carrillo Gil, promotor a la vez de exposiciones relacionadas con temas yucatecos, Fernando García Ponce y Gabriel Ramírez.

También debe destacarse el regreso a Yucatán, en la década de 1970, de Fernando Castro Pacheco (que había variado su estilo con formas más libres, incluyendo recursos de la abstracción), de Ramírez y de Alonso Gutiérrez. Otros yucatecos residentes en otras partes del país estaban trabajando otros temas (Gamboa Cantón, Arjona Amábilis, los artistas de la familia Peraza).

En especial, no estoy de acuerdo con que el predominio del figurativismo de tema regional se deba a órdenes de los políticos, como ha dicho Arceo en algunas declaraciones de prensa, sino que era y es algo que pertenece al gusto popular y que también obedece a circunstancias enraizadas en la vida yucateca.

A la distancia, a muchos jóvenes les son indiferentes las luchas sociales que se han vivido en Yucatán, las cuales, a lo largo del siglo XX, no eran asunto de interés solo de los políticos, sino hechos que formaban parte de la experiencia de vida de la mayoría de la población yucateca. Constituían vivencias y recuerdos personales que daban lugar a una identificación con las manifestaciones artísticas regionales. No se trataba siempre de una tendencia costumbrista, sino a menudo de una manifestación enraizada en la realidad social. Mucho menos eran caprichos superficiales. Para no basarse en prejuicios es necesario conocer más la historia de Yucatán, sobre todo en cuanto al contexto social.

No es el motivo en sí lo que distingue una visión regionalista, sino cómo se interpreta. Tal como se puede ver en obras de Diego Rivera, Roberto Montenegro, Miguel Covarrubias, Julio Castellanos, Alfredo Zalce, Mariana Yampolsky, Francisco Zúñiga, Christa Cowrie, etc., en el arte mexicano han tenido una enorme repercusión las imágenes de la mujer maya, con su hipil y su peinado de pot, y las casas de paja yucatecas, pero con variados modos de interpretación. En Yucatán han sido numerosas las mujeres de hipil y ese uso cotidiano de un traje regional era algo que no percibía del mismo modo a la vez en ambientes urbanos y rurales de otras partes del país. Igualmente, las albarradas y los plantíos de henequén eran muy notorios aún en la década de 1980.

Por otro lado, llama la atención el casi nulo interés que a esos artistas mexicanos les despertaron los entornos urbanos de Yucatán y, en cambio, la abrumadora mayoría de imágenes rurales, arqueológicas o, en menor grado, marinas que plasmaron o captaron.

En el caso de la mujer maya en buena medida puede remarcarse su estética personal (sobre todo su perfil), su indumentaria, o bien, su voluntad de trabajo en distintas funciones o en su papel de partera moderna como en una serie del reconocido fotógrafo Nacho López cuando en Peto, en 1980, capta a una mujer vestida de hipil trabajando en un consultorio, con estetoscopio y una cama ortopédica.

En el conjunto de esas representaciones se percibe una dinámica social y no la mineralización a que se tiende en ocasiones. Ahora podría mostrarse a las nuevas generaciones de mujeres mayas que usan shorts, blusas sin mangas, “tops”, sandalias o tenis, y pueden desplazarse en moto, triciclo o bicicleta.

El regionalismo sigue siendo objeto de agrado popular. Se sigue plasmando y presentando porque es objeto de atracción como se ve en la discutible exhibición de las torteadoras de varios restaurantes yucatecos o en el reciente espectáculo “De la jota a la jarana” en el teatro Peón Contreras, promovido por la Sedeculta.

Sin embargo, con excepción de algunos fotógrafos, hasta la fecha en las artes visuales de Yucatán existe resistencia a tratar temas urbanos o de la vida contemporánea. Por otro lado, hay poca reflexión acerca de los elementos caracterizadores del entorno y sigue habiendo un aferramiento a estereotipos o representaciones puramente visuales. En un concurso juvenil de fotografía relativo a la mujer yucateca, en todos los casos la captaron vestida de hipil o terno como elemento de identidad yucateca (las dos excepciones fueron de otro estereotipo menos común: mujeres ancianas, una tomando fresco a la puerta de su casa, y la otra tejiendo); aunque eso ocurrió hace años sigue siendo una tendencia amplia.

Dos pintores con sentido crítico, incluidos en esta exposición, han sido David Sierra, que ha sido muy directo en su crítica a los clisés del regionalismo, planteando a la vez el acercamiento a otros temas, fundamentalmente de la vida urbana actual; o con un sentido renovador como ocurría con Daniel Rosel, que plasmó un tema poco tratado que es el de la religiosidad popular, así como otras circunstancias recientes, como los destrampes fiesteros o la vida en los fraccionamientos de interés social. En estas décadas más recientes puede verse el modo libre en que Juan Ramón Chan abordó el tema de las hamacas o las creativas representaciones de Sandra Nikolai respecto a los mercados, mendigos y mujeres de hipil.

Me parece muy bien que se aproveche el acervo de la Sedeculta y se generen exposiciones que permitan tener más familiaridad con las obras de arte de Yucatán y tratar acerca de los caminos por los que ha transitado la cultura yucateca, pero a la vez hace falta adentrarse más en los contextos sociales.

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