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Cultura

La Plaza Vieja

Texto y fotos de Enriquito Núñez Especial para POR ESTO!

Si caminamos por la calle de los Oficios hacia el sur, saliendo desde el portón de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, dejamos atrás el pórtico del antiguo convento, y doscientos pasos más allá pasaremos junto al llamado coche presidencial, un lujosísimo vagón ferroviario de fabricación canadiense expuesto como pieza de museo, parecido a los del célebre Expreso de Oriente, una mansión rodante que perteneció realmente a los presidentes de la República de Cuba a partir de 1912. Allí también se encuentra el bello edificio neoclásico antigua sede de la Cámara de Representantes. Entonces giramos a la derecha en la esquina de la calle Muralla y andamos otra cuadra, hasta donde se yergue imponente el recientemente restaurado Hotel Palacio de Cueto, precioso ejemplo de la arquitectura ecléctica habanera de 1906, con clara influencia del estilo modernista de finales del siglo XIX y algunos elementos ya de un joven Art Nouveau, tan en boga en Europa occidental a principios del siglo XX. Hemos llegado a la esquina sureste de la Plaza Vieja, la tercera plaza construida en La Habana.

Originalmente fue conocida como Plaza Nueva, y más tarde como de Roque Gil, del Mercado, de la Verdura, Fernando VII, de la Constitución, de la Concordia y Parque Juan Bruno Zayas, nombres que tuvo a lo largo de los años. Después de la creación en 1640 de la Plaza del Santo Cristo, pasó a denominarse Plaza Vieja, y fue en su momento el primer intento de expansión planificada de la ciudad. Antes había sido un espacio abierto, pero hacia 1559 el cabildo habanero decidió construirla para destinarla al comercio, debido a que los gritos de los vendedores y pregoneros entorpecían las misas en el Convento de San Francisco. Desde entonces fue también el sitio de paseos aristocráticos, representaciones teatrales, corridas de toros, carnavales, celebraciones cívicas, procesiones religiosas, ejercicios militares y hasta de ejecuciones públicas. Poco después, volvería a transformarse para acoger un bien surtido mercado al aire libre con puestos de madera, donde se hallaban las primeras pescaderías, y que se denominó Plaza Reina Cristina.

La nueva plaza se convirtió desde entonces en uno de los sitios más populares de la ciudad, y lo sigue siendo en la actualidad. Enmarcada por las calles Teniente Rey, Mercaderes, Muralla y San Ignacio, esta amplia plaza está edificada por los cuatro lados con casas señoriales que pertenecieron a aristocráticas familias habaneras de los siglos XVII, XVIII y XIX. Entre esas casas se destacan el Palacio del Conde de San Juan de Jaruco, construido en el siglo XVII, y que fue propiedad de don Gabriel Beltrán de Santa Cruz y Aranda, quien obtuvo el título nobiliario en 1768 por sus hazañas contra los invasores ingleses. La Casa Franchi Alfaro, residencia del Conde Lombillo, el antiguo colegio San Angel y el edificio Gómez Vila, en cuyo nivel superior se halla la llamada Cámara Oscura, un artilugio que permite observar con un periscopio una vista de 360 grados de La Habana Vieja. Estas son algunas de las ricas edificaciones, en las que se pueden apreciar los balcones volados, techos de alfarje, ventanas de madera torneada, pinturas murales, vitrales, fachadas y amplios portales arcados, que constituyen muchos de los elementos de la arquitectura colonial habanera.

Aunque sea difícil de creer, en 1952 la plaza se transformó en parque público, con un anfiteatro sobre un parqueo soterrado. Igualmente se construyeron edificios para empresas, más viviendas y negocios. Así continuó hasta el año 1995, cuando la Oficina del Historiador de la Ciudad le devolvió el aspecto original que tenía a fines del siglo XIX. Toda el área fue rellenada y empedrada nuevamente, e incluso se rescataron los antiguos caminos de mármol de Carrara. Se construyó una réplica de la bella fuente original, las edificaciones y palacios fueron restaurados y pintados de vivos colores. Algunas fueron destinadas a acoger importantes instituciones y comercios, como la Fototeca de Cuba, el Planetarium, donado por el gobierno japonés, la galería de arte La Casona, en la antigua mansión de los Condes de Jaruco, donde vivió la escritora romántica que más tarde sería muy conocida en Cuba y Francia como La Condesa de Merlín. El Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, la Factorías de Maltas y Cervezas y el Café El Escorial, el Museo del Naipe y los restaurantes Santo Angel y La Victrola entre otros. Otras son simplemente casas de vivienda de centenares de pobladores.

Como resultado de las permanentes labores de restauración y remodelación de La Habana Vieja, conducidas por la Oficina del Historiador de la Ciudad, en la Plaza Vieja fue instalada la monumental pieza escultórica “Natura”, una enorme flor que brota de los adoquines. Igualmente atractiva y sugerente es la escultura en bronce del afamado artista cubano Roberto Fabelo, una mujer desnuda y rapada que porta un tenedor, cabalgando sobre el lomo de un enorme gallo, con la que el autor representa la preponderancia del sexo femenino. Hace solamente unas semanas fue re-inaugurado en la esquina de Muralla y Mercaderes el precioso Hotel Palacio de Cueto. La Plaza Vieja, con sus bellos palacetes coloniales, es uno de los entornos más eclécticos de la ciudad, además de ser el sitio de La Habana donde apreciar mejor la coexistencia entre la economía estatal y la del pujante sector privado, con sus casas de renta y restaurantes, las que compiten de manera natural, como expresión de los nuevos tiempos que vive Cuba. Es, sin lugar a dudas, una obligatoria parada para cualquier viajero que quiera conocer La Habana.

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