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Víctor Salas

Gabriel Avilés, para la presentación de su poemario Cartas para no sacrificar inciensos, está acompañado en la mesa principal por Vladimir González y Daniel Cámara, del Colectivo Sinergia. En dicho evento estoy rodeado exclusivamente de gente joven y guapa, a la cual agradece Gabriel su presencia para apoyarlo. El ambiente es muy agradable por relajado y solidario. Todos se hacen comentarios, se miran y sonríen hasta la dulcificación, sin perder el hilo de las palabras del poeta, quien habla de su vida en Brasil, Argentina, Venezuela, España y Ciudad México, lugares donde desarrolló y publicó parte de su obra poética. Ya está de nuevo en Mérida y se asombra del grado de estancamiento en muchos sectores sociales, el político entre ellos, en el cual un grupo no quiso aprobar la ley del matrimonio igualitario, cuando en el mundo entero, hace años, la comunidad gay goza de ese derecho.

Gabriel nos expone cómo le hace para crear su poesía y le surge en ese momento el nombre de Jorge Álvarez Rendón, quien le impuso la tarea mayúscula de componer un soneto para decantar en otros tipos de poesía. También evoca a Raúl Renán. “Hay que leer para inspirarse”, dice y me parece factible y comprensible porque según he leído, hasta hoy, Mario Vargas Llosa se levanta al amanecer para leer o releer autores consentidos y posteriormente darse a la tarea de poner los dedos en la computadora para hacer surgir de ella la obra propia.

Luego vinieron las preguntas y las respuestas del autor de Cartas para no sacrificar inciensos.

En ese lugar voy descubriendo un mundo (además de poemas y poetas). Me entero que estoy en un local donde brindan todo tipo de atención a personas infectadas por el VIH. Entiendo que hay pacientes entre los asistentes, así como voluntarios y personal de apoyo. El responsable de todo ello es Pablo Alemán, quien demuestra una gran capacidad organizativa en tal empresa, en la que los pacientes lucen seguros, tranquilos y amorosos.

Tienen charlas con Pablo y se van con los rostros amigables, sonrientes. Decía que son jóvenes. Y de nueva cuenta caigo en que la generación actual de jóvenes ha rebasado a la adultez yucateca. Son solidarios. Compañeros en extremo. Tranquilos en una nueva realidad en la que, con seguridad, la parentela está excluida.

Su actitud ante la vida es la de apoyar, así como lo hacen en ese momento con Gabriel Avilés, quien con la presentación de sus poemas en ese espacio se integra a las actividades culturales que desarrolla REPAVIH.

Muy interesante la propuesta, porque imagínense que en un consultorio médico convencional se realice una actividad cultural y que esta sea promovida por el médico dueño del consultorio y que sus pacientes sean los espectadores del evento. Interesante, ¿no?

Abandoné el local con un contento muy especial después de haber saludado a algunos conocidos. Ese era un sector de la ciudad desconocido para mí; hoy me parece que Mérida se engrandece con lugares como este.

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