Pedro de la Hoz
Bertolt Brecht, el enorme poeta alemán del siglo XX, legó con su poema Preguntas de un obrero, un texto que nos hace pensar: “¿Quién construyó Tebas, / la de las Siete Puertas?/ En los libros figuran / sólo los nombres de reyes. / ¿Acaso arrastraron ellos / bloques de piedra? / Y Babilonia, mil veces destruida, / ¿quién la volvió a levantar otras tantas?”.
Vienen estos versos a calzar la idea de organizar en la habanera Casa de las Américas el Primer Coloquio Internacional de Estudios sobre Afroamérica, finalizado hace apenas unas horas y que abordó como eje temático central Negros en las ciudades coloniales de las Américas: subversión, rebeldía, resiliencia. Los dos primeros términos se explican por sí solos: el otro, préstamo de las ciencias naturales, ha sido adoptado por los científicos sociales para calificar la cualidad de los grupos humanos que mantienen y recuperan rasgos identitarios a contramano de acciones empeñados en desfigurarlos. Lo mismo sucede con las poblaciones originarias, explotadas, esquilmadas, las cuales, pese a intentos de asimilación y atentados contra su memoria histórica y cultural, no han dejado de expresarse en su raigal autenticidad.
Una de las sesiones estuvo especialmente dedicada a exponer la participación de la mano de obra esclava africana en la construcción y desarrollo de las urbes iberoamericanas en la etapa colonial. Una mirada particular focalizó las ciudades cubanas de La Habana y Matanzas.
Según explicó el poeta y ensayista David López Ximeno, la arquitectura colonial habanera deslumbra aún por el estilo mudéjar, perfil de linaje hispánico, y la amplitud de las mansiones del centro histórico, con sus columnas, arcos, y elevadas escaleras tocadas por un barroquismo peculiar.
Pero quien observe esa amplitud, podrá advertir la delimitación de espacios entre esclavos y sus amos. López Ximeno precisó: “Para cada grupo de personas, había condiciones específicas, por ejemplo, en el caso de los esclavos las dimensiones eran más pequeñas, estrechas, con un sistema de ventilación casi inexistente y, aunque estaba integrada a la casa señorial, prevalecía el hacinamiento”.
Indudables valores patrimoniales atesoran esas casas, símbolos del poder político y económico de los barones de la época. Se obvia que fueron construidas por esclavos africanos.
“Por eso, es necesario tener en cuenta que La Habana, que en este 2019 arribará a sus 500 años, mantiene su aspecto colonial y maravilloso gracias al trabajo de muchos esclavos. Por tanto, sería un reconocimiento más que merecido nombrarlos en los espacios destinados a esta celebración, pues ellos fueron un pilar fundamental en la construcción de nuestra capital”, acotó López Ximeno.
A la directora del Programa de Estudios Afroamericanos de la Casa de las Américas, la maestra Zuleica Romay, le interesó sobremanera poner énfasis en este aspecto de la historia:
“Mujeres y hombres negros, hijos de África o descendientes de ella –precisó–, no solo construyeron las ciudades, sino que las hacían funcionar. Con su sudor y su sangre, regalaron los beneficios de la modernidad a los residentes citadinos y los viajeros de entonces, y aquí el verbo regalar no es una metáfora, porque muchos de esos anónimos benefactores fueron esclavos. Manos negras acompañaron a nuestros ancestros de todos los colores por el camino de la vida, desde la llegada de los recién nacidos, hasta el entierro de los muertos. Manos negras nos enseñaron a acariciar, trabajar, construir lenguajes e interpretar música. Que La Habana no olvide, en sus 500 años, a las negras y los negros maravillosos a quienes pintaron Landaluze, Hazard y tantos otros, sin comprender que su risa no era solo señal de alegría, también de resiliencia”.
La línea editorial de la Casa de las Américas ha prestado atención a la afroamericanidad y cuenta, además, con la revista Anales del Caribe. En su catálogo aparecen obras de Jacques Roumain, Jean Price Mars, Eric Williams, Kamau Brathwaite, Jacques Stephen Alexis, José Luciano Franco, Anton de Kom, Susy Castor y Ernest Pèpin, por solo citar unos pocos autores representativos. Una de las últimas publicaciones fue la reedición de Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet.