Conrado Roche Reyes
Estaba en mi departamento ese día de viernes; en mi rostro se dibujaba una sonrisa sincera y entusiasta, de esas veces cuando uno tiene el presentimiento que todas las cosas van a salir bien, además, hacía un viento fresco y reconfortante. Al momento de estar sentado en la hamaca cerca de la mesa donde escribo, escuchaba atento el murmullo de las ramas de los árboles que se filtraba por la ventana. Tenía entre mis manos un libro de Marcos Leija, de cuyos cuentos breves había leído uno detrás del otro.
La creatividad de este escritor plasmada en cada uno de sus textos despertó en mí cierta curiosidad, sobre todo, porque juega con el lenguaje, y su imaginación rompe con el silencio abstracto de una lectura aburrida. La escritura de Marcos es dinámica, lleva un ritmo que conduce finalmente al hecho inesperado, a la sorpresa que uno espera encontrar en un cuento tan breve, no desilusiona, maneja las palabras a su antojo y hace formar parte al lector para ir siguiendo párrafo por párrafo la sincronía del pensamiento, la idea concreta del autor.
¿Pero qué pensaba este escritor de su propia obra? ¿Cómo conseguir más datos de él? Salí de mi cuarto buscando a las personas adecuadas que me ayudaran a localizar su obra y vida, y gracias a estas pude enterarme de él vía los internautas. La foto que viene en el libro de marras es en blanco y negro, en la cual logro ver por su apariencia a un personaje joven, de mirada inquisitiva, actitud seria, rostro fláccido y cabello negro corto y al parecer ondulado; trae puesta una playera negra, sobre esta, una chaqueta. El título del libro es enigmático: Souvenires.
Y es que un buen libro es un buen souvenir y este libro procura entregar al lector un detalle y, en cada cuento, un instante memorable. Sus cuentos tienen en todo momento esa sorpresa lograda mediante la imaginación, como en el que un hombre pordiosero, luego de quebrar el vidrio del aparador de una boutique, consigue que el maniquí de forma femenina salga y se vaya corriendo tomada de la mano de aquel hombre barbado. Es una consumada fantasía. Y más que fantasear, el autor, abraza sueños que lo mantienen vivo y alejado de ser el autómata al que suele convertirse esta realidad inventada y aparente que habitamos. Nada es fácil… Lo importante es que da el paso requerido para llegar a esos sueños.
Escribir no ha de ser fácil para Leija, ya que utiliza muchos juegos de palabras. Escribir requiere tiempo, pausas, muchas lecturas. Se acompaña al escribir del silencio y la soledad. Es un ser humano intrínsecamente; un mortal que un día se atrevió a explorar el mundo con otra mirada para darle formas nuevas a través de la palabra escrita.
Marcos Leija nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en 1973 y es uno de los escritores jóvenes más prometedores del país, así su obra no haya sido tan divulgada.