José Jacinto Milanés
550 La niña sola
Sola soy, sola nací, sola me parió mi madre: sola me tengo que andar como la pluma en el aire.
¡Ay! que el hombre que me abraza me supo dejar aprisa, como la vagante brisa cuando suspirando pasa. Perdí mi honor y mi casa cuando sus pasos seguí: dulce su pasión creí como el zumo de la piña; sin ver que yo, ¡pobre niña! ¡Sola soy, sola nací!
¡Ay, qué destino es el mío! Sola estoy en mi horizonte como la palma en el monte, como la peña en el río. No tengo hermano ni tío: nunca conocí a mi padre; y porque nada me cuadre, con un temporal deshecho, en una choza sin techo sola me parió mi madre.
¡Qué dolor me despedaza, cuando, si errante paseo, el verde bejuco veo que con las cercas se abraza! Todo se estrecha y se enlaza, todo en Cuba sabe amar: y yo, ¡pena singular! joven, y al cariño muda, como tojosita viuda ¡sola me tengo que andar!
Llorar sé desde la cuna, al resplandor que me asiste de esa lámpara del triste, de esa solitaria Luna. Y al paso que mi fortuna en nada encuentra donaire, y todo lo ve desaire, todo esperanzas disueltas, tengo que andar dando vueltas como la pluma en el aire.
(Cuarta Parte)
551 La muchacha bailadora
Modera un poco el trajín con que al baile corres, Paula: el ligero tomeguín fue libre y ya vive en jaula.
Por tu talle y por tu aseo y tus frases de melcocha, eres, Paulita, en la Mocha la reina del zapateo. Ninguna muchacha veo por este verde confín, que de tu pie bailarín no envidie el gracioso encanto; pero al fin de bailar tanto modera un poco el trajín.
Apenas brilla el lucero, astro risueño de prima, te vas al baile que anima algún poeta tiplero. Allí luces el dinero que en vano tu padre embaula, y que sabes, linda maula, gastar, saqueando el baúl, en ese túnico azul con que al baile corres, Paula.
Nadie te ve ningún día dedicarte a la costura, atenta a tu compostura y a tu figurinería. Como la rápida hutía brinca entre matas de güin, bailas y gozas sin fin; pero haces muy mal a fe: Ejemplo, Paula, te dé el ligero tomeguín.
Huyendo de ser esclavo revoloteó con donaire, dueño del bosque y del aire, desde el limón del guayabo. Pero un pajarero bravo le supo jugar la maula, prendiéndolo, hermosa Paula, con la enligada vareta; y la avecilla indiscreta fue libre y ya vive en jaula.
552 Adiós al tiple
Tiplecito desdichado, aquí te abandono yo: Una cuerda te ha quedado… ¡Adiós… compañero, adiós!
Ahora que la tarde es bella, y entre celajes unidos como diamantes perdidos brillan una y otra estrella, y el ternero el campo huella por correr, de sed cansado, al babiney plateado donde la luna se ve, de este árbol te colgaré ¡Tiplecito desdichado!
Qué diferente te veo de cuando, en noches de frío, sonabas en mi bohío con el ¡ay! del zapateo. Roto estás, manchado y feo, y tu gloria se eclipsó: tu reinado se acabó, joya de cuarenta ferias; y pues retratas miserias, aquí te abandono yo.
Pero no te olvidaré, como no puedo olvidar ni el día en que supe amar, ni la leche que mamé. Ya templarte no podré, aunque me sienta inspirado, testigo desventurado de mis dichas y mis bodas, porque de tus cuerdas todas ¡una cuerda te ha quedado!
Si mis desgracias prolijas se separan de mi lado, te compondré, tiple amado, porque mi dolor corrijas. Yo apretaré tus clavijas, cuerdas te pondré otras dos, y daré gracias a Dios que me vuelva la alegría; pero hasta ese bello día, ¡Adiós…compañero, adiós!