Cultura

Los charritos yucatecos

Roger Aguilar Cachón

Hay productos, que pueden parecernos banales o que ni siquiera nos detenemos a pensar en ellos, aun cuando nos han acompañado durante toda nuestra vida. Podemos referirnos por ejemplo a las paletas, los bolis, las barquillas, los sorbetes, los merengues, los zapotitos y mazapanes y el producto que hoy nos ocupa, los famosos y siempre gustados charritos yucatecos (ya que en nuestro vecino Estado Campeche también se producen).

La infancia del de la letra se desarrolla allá por la esquina del Cocoyol, centro de la ciudad, 69 y 36, por el rumbo de la populosa colonia Vicente Solís. Este antecedente servirá para ubicarnos, ya que por el rumbo del Cabrío, 36 x 71 y 73 se encontraba ubicada la fábrica de charritos Herrera, que seguramente ya tendrá más de 60 años de existencia, ya que el de la tinta puede afirmar que desde que recuerda, cuando pasaba por esa calle se encontraba de golpe con el olor que invadía el ambiente de manera fuerte y profunda de la elaboración de los famosos charritos, seguramente se utilizaba en aquellos años el famoso aceite Yza. Cabe mencionar que la familia vivía en la casa y en una parte de la misma se elaboraban los charritos.

Pues bien, mis caros y caras lectoras, mi acercamiento con aquella botana se dio en mis años de infancia, aunque hay que mencionar que también había otros charritos de diferente procedencia que luchaban por entrar de lleno en el mercado de este tipo de productos, aunque hay que mencionar que los charritos campechanos nunca pudieron competir con los nuestros.

Nuestros charritos de aquellos años han cambiado tanto en su manera de elaboración, en la ubicación de sus fábricas, así como en la mercadotecnia que se utiliza para tener un mayor número de venta y, por consiguiente, una ganancia que valiera la pena. Recuerdo que para aquellos tiempos –los de mi niñez–, los charritos se vendían solamente en bolsa grande, aunque también se podían comprar en la tienda de la esquina a granel. Hay un momento en la niñez del de la tinta que no se puede borrar, ya que en una ocasión, domingo por la mañana, fue posible que me dieran una buena cantidad de dinero para mi “gastada”, que con un peso en la mano, de manera inmediata, acudí a la tienda de la esquina y le pedí a don Milo, propietario en aquel entonces del Cocoyol, y le pedí que me diera un peso de charritos, y en ese momento se vendía por piezas y regresé a mi casa y lo compartí con mis hermanos los 100 charritos que había comprado. ¡Qué tiempos aquellos!

Al retornar a los tipos de charritos, en la tienda que mencioné líneas arriba, los charritos estaban en un pomo grande de cristal, pero también habían de otro tipo, redonditos e infladitos y con chile molido, provenientes de otra fábrica. Huelga decir que estaban más buenos como los que se hacían por la casa. Sólo se vendían en bolsas grandes, ya que para aquel entonces no se podían conseguir como hoy en bolsas pequeñas.

Los charritos en ocasiones representaban o constituían la comida de las personas de escasos recursos económicos, pero se les veía comer de manera cotidiana a los obreros y albañiles, a la hora del descanso o almuerzo, era común comprar una coca grande y una buena cantidad de charritos con un poco de caldo de chile para mitigar el hambre.

Poco a poco, los charritos pasaron de ser una botana o tentempié de la casa o del lugar de trabajo y se comenzó a ofrecer en lugares diversos, en las cantinas era de cajón con los cacahuates –y la cerveza bien fría–, en las fiestas, en las reuniones y en la escuela a la hora del descanso. Ya no es necesario comprar a granel, ya que se pueden conseguir hoy día en diversas presentaciones y lo mejor del caso, es que ya el caldo de chile se acompaña, cuando los recursos son mayores con cuadritos de queso Daysi y trocitos de jamón, haciendo de esta botana un platillo para degustar con clase.

Cabe mencionar que también en las tortillerías se podían encontrar los charritos que se manufacturaban con el nombre de la misma, recuerdo que había una por la casa del de la letra El Sufragio, allá por la calle 66 rumbo al Cementerio “El Gallito”, seguramente como ocurre hoy día los seguirán elaborando y también se habrán incorporado al mercado de los charritos muchas más fábricas ya sea a pequeña, mediana o gran escala.

Los charritos nos han invadido, no podemos entrar a una tienda o al súper, sin que veamos en los anaqueles los diferentes tipos de charritos y la cantidad grande de empresas que ya se dedican a la elaboración de esta botana. Cabe mencionar que los charritos yucatecos ya han pisado tierras alejadas de nuestra península y son muy bien aceptados en esos lugares, por ejemplo el de la letra tiene primos en Veracruz y cada vez que ellos vienen de visita o algún familiar va a verlos, las bolsas de charritos es lo primero que se empaca.

Los famosos y tan gustado charritos hoy día se pueden encontrar en una amplia gama de sabores, así como lo leen mis caros y caras lectoras, los charritos ya han evolucionado, por ejemplo hay con sal, con sal y limón, con chile molido, con chile de árbol y dulces. Es posible que haya, aunque no los conozca, los charritos dietéticos o bien integrales. ¡Hágame usted el bendito favor!