Enrique José Varona
I
Doctor en Filosofía y Letras, maestro y político cubano. Uno de los intelectuales más influyentes en los finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Tuvo notable predominio en la educación cubana luego del cese de la dominación española sobre la isla. Fue profesor universitario y destacado ensayista. Fue vicepresidente de la República de Cuba durante el gobierno de Mario García Menocal Deop. Nació el 13 de abril de 1849 en Puerto Príncipe, Camagüey. Poeta de limpio lenguaje que consiguió lograr tensión creativa con verdaderos hallazgos descriptivos. Cultivó la espinela de manera fortuita. Falleció el 19 de noviembre de 1933.
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¡Más allá!
Prestigios esplendorosos cercan al niño extasiado, y va de un mundo encantado por los vergeles frondosos. Pero sus ojos ansiosos miran siempre más allá un sol que alzándose va; y hacia él corre sin desmayo, enamorado de un rayo de luz, que no palpará.
Altivo se gallardea mancebo recio y ardiente, que lleva escrito en la frente el culto de noble idea. ¿Por qué atento se ladea? ¿Qué oráculos quiere oír? ¿Qué del negro porvenir dice el trueno sordo y seco? Vedlo volar tras un eco que no alcanza a percibir.
El polvo del peregrino en corriente fresca y mansa deja contento, y descansa el hombre de su camino. De súbito el torbellino lo arrastra, le deja ver otra cima que vencer; y con paso firme sube, ¡Ay! para asir una nube, que, al asirla, ha de romper.
Sobre descarnada roca yace el cuerpo quebrantado, un anciano, que ha dejado atrás la fortuna loca. Vive apenas, más le toca las sienes dulce visión, nuevo mundo de pasión reconstituye a pedazos, y tiende los yertos brazos a una intangible ilusión. ¡Qué bella la juventud contempla el niño! El reposo pone el varón cuidadoso en la grave senectud. Finjo, al pie del ataúd, otro límite ante mí, ¿Qué imán nos atrae así? ¿Dónde el misterioso centro está que jamás encuentro? ¿Por qué allá? ¿Por qué no aquí?
II
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La Paz
Grito indignado resuene por los ámbitos de Cuba, que entre imprecaciones suba, y de espanto el alma llene. Grito acerbo que condene la infamia de ese a quien plugo ir a besar del verdugo la mano, que rayos vibre, y quiere que un pueblo libre soporte otra vez el yugo. Mengua al cubano que olvida que, en escarnio al mundo entero, bajo el pie del vil ibero se vio Cuba envilecida. Si algún hijo parricida sofoca su noble saña, diga el eco en la montaña, como llanto en los altares, que son de sangre los mares que nos separan de España.
En este suelo bendito, profanado por la guerra, no existe un palmo de tierra donde un crimen no esté escrito. Así el español precito nuestro justo agravio encona; y en la más remota zona gime la conciencia humana, la hecatombe de La Habana y el cadalso de Varona. Héroe de doscientas lides, ¿Qué extraña sombra te ofusca? ¿Cómo tu espada no busca esa paz que inerme pides? ¿Será posible que olvides tantas hazañas gloriosas? Piensas que, en las tenebrosas regiones de la memoria, tus compañeros de gloria se estremecen en sus fosas. No digas que ya el cubano depone el cansado acero, ni que abraza placentero al verdugo de su hermano. Y no que, voluble y vano, por infame paz suspira; porque, ardiendo en santa ira, desde el nublado horizonte, se alza indignado Agramonte, para decirte: ¡Mentira! Vosotros que, en día insano, sobre el sepulcro vendido del patriota esclarecido dais al español la mano, tened por cierto que en vano vuestro pecho el gozo llena, y al remachar la cadena con el déspota reís, la hostia que dividís nuestro odio la envenena. Esa paz que nos brindáis con oprobio está amasada; cuando ceñís una espada, ¿libertades mendigáis? El baldón que nos dejáis sobre vuestra frente gravo; de un pueblo sufrido y bravo el rubor mancha la faz, que no pueden tener paz el tirano y el esclavo. En vano esa indigna raza humilla al hijo del sol, de su seno al español en Cuba todo rechaza. Su maleza lo embaraza, su cielo dardos le tira, y de la fiebre la pira por sus arterias derrama el árbol que lo embalsama, el ambiente que respira. ¡España!, no se descuida quien a la justicia reta, a Cuba tienes sujeta, mas no la tienes vencida. Ya que, inerme y oprimida, no puede ahogarte en sus brazos cuando tus infames lazos a quebrantar no bastara, sabrá escupirte la cara su corazón en pedazos.