Por Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
I
Hay un prejuicio cuando hablamos del juego como estrategia pedagógica, ya que se considera que el juego solo se tiene que aplicar en los grados preescolares o en los primeros años de la educación primaria, como si este fuera un primer paso antes de empezar a enseñar con “seriedad”, además de que el juego está asociado con la educación artística o la educación física y no con las matemáticas, la química, la física o la historia. Incluso los docentes le huyen al juego porque temen que los alumnos no los tomen en serio o que eso dé pie a que en sus clases no impere el rigor y la disciplina.
A veces olvidamos todo lo que el juego le puede dar a los estudiantes y nuestra estrategia como docentes muchas veces es darle como estímulo al alumno un rato de ocio si este cumple con las tareas escolares o si se porta bien, pero no pensamos que el juego pueda ser en sí mismo una tarea que dote al alumno de habilidades y conocimientos. De ahí que me resulte importante hablar del juego como estrategia para una mejora continua de la educación, ya que los maestros tendrían que reconsiderar el juego no solo como una actividad recreativa, sino como una actividad generadora de contenidos educativos. Para eso se necesita otro tipo de bibliografía y la creación de material didáctico que sirva para este fin, de ahí que el primer paso tenga que ser que el maestro comprenda qué es el juego, desde una perspectiva profunda, filosófica y documentada y no desde la idea que nos ha impuesto el imaginario que generalmente se asocia al ocio. De ahí que uno de los primeros ejercicios que tengamos que hacer sea el de la memoria, ya que nosotros crecimos jugando y tendríamos que pensar ¿cuál fue el papel del juego en nuestra formación y por qué con el paso del tiempo fuimos alejándonos de esa actividad?
Lo primero que hay que señalar es que el juego tiene un potencial educativo extraordinario, teóricos de diferentes áreas del saber le han puesto un énfasis al juego en sus respectivos trabajos: Luz María Chapela, Edgar Morin, Italo Calvino, Gastón Bachelard, Howard Gardner, Erich Fromm, Julio Cortázar, Johan Huzinga, Edmond Jabés, Primo Levi y Jean Piaget, por señalar a algunos. Aunque del juego no se esperan logros predeterminados, sabemos que propicia el desarrollo de las estructuras afectivas y cognitivas, así como de muchas habilidades y destrezas manuales e intelectuales. También fomenta valores como la democracia, el compañerismo, el respeto, la libertad, además de que es herramienta y estímulo en la definición de los ideales, de la identidad, la autonomía y la subjetividad. Son muchos los teóricos que han hecho una apasionada defensa del juego como estrategia educativa desde el trabajo de campo y por lo mismo abogan para que tenga una presencia más dinámica y determinante en las escuelas. Pero para que esto suceda lo primero que se tendría que hacer es reconsiderar al juego desde su valor teórico y posteriormente proponer maneras de organizar ludotecas escolares, donde se describa distintas clases de juegos en el que se indiquen el tipo de habilidades que fomentan, esto para generar en el lector (docentes, sobre todo) un interés por recordar los juegos de su infancia e incluso algunos juegos tradicionales que conocieron de sus abuelos.
Continuará.