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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Agustín Acosta I Político y escritor cubano perteneciente al grupo de poetas del posmodernismo de la década de 1920, que anticipó en cierta medida las agitaciones artísticas y sociales del decenio posterior. Es el autor del poema “La zafra” (1926). Nació el 12 de noviembre de 1886, en la ciudad de Matanzas. Durante la dictadura de Gerardo Machado sufrió prisión política y a la caída del régimen machadita fue nombrado gobernador provisional de Matanzas, cargo que ocupó hasta 1934. En el Gobierno de Carlos Mendieta ocupó la Secretaría de la Presidencia. Presidió el Partido Unión Nacionalista entre 1936 y 1937. Fue electo senador de la República, y sirvió como tal de 1936 a 1944. Por razones de familia abandonó la isla con su esposa en diciembre de 1972 para estar junto a su hija. Murió en la ciudad de Miami, Florida el 12 de marzo de 1979.

 

623 Pórtico (Fragmento) Musa patria: pon a tono con la autóctona belleza la anacrónica realeza de tu mano y de tu trono. No es el perpetuo abandono de tu púrpura elegida: es la emoción sorprendida, que en esa púrpura santa, borda una estrella que canta la afirmación de la vida. Musa patria: la alegría es planta que reverdece cuando en el cielo florece el oro de un nuevo día. Muere la visión sombría que el alma incubó en su seno, hay el noble desenfreno, la exaltación virtuosa que da su tinte a la rosa y da su música al trueno. Y pues todo canta, sea de nuestro canto el temblor un sosegado rumor de pinar o de marea. La visión de la pelea se aleja desvanecida; pero sobre el asta erguida, de gloria imperecedera, queda un airón: la bandera, que oculta un dolor: herida. ¡La herida! La que copiosa, sangra a pesar de la venda; tajo que infligió la enmienda a la carne victoriosa. La que abre abismo de fosa a un sueño de juventud; la que opone su virtud como alerta de amenaza, ¡y aunque siempre se disfraza es siempre la esclavitud! Musa patria: el madrigal quede en su dulce recinto; desnuda en su blanco plinto duerma la eterna vestal. El viejo clarín marcial vibre en la adusta pradera: que si la lira verbera la fructuosa apostasía, se hace en el alma alegría el azul de la bandera. Aquí la paz me saluda junto a la verde campiña, y mi corazón se aniña, se enternece y se desnuda. Me escuda el monte, me escuda este instante de la Historia en que, bajo el sol de gloria, surge el ingenio acerado: ¡gigantesco acorazado de una marina ilusoria! ¡Gigantesco acorazado que va extendiendo su imperio y edifica un cementerio con las ruinas del pasado…! Lazo extranjero apretado con lucro alevoso y cierto; lazo del verdugo experto en torno al cuello nativo… ¡Mano que tumba el olivo y se apodera del huerto…! Sin embargo, el aire vibra de modo extraño en la palma, y entre los montes, el alma de toda garra se libra. De la palma, en cada fibra, una incógnita enseñanza. ¡Y cómo infunde confianza, en el escenario agreste, la maravilla de este campo color de esperanza…! Las lluvias primaverales, después de un áspero invierno, pintaron de verde tierno los nuevos cañaverales. El agua torció raudales por los declives del suelo; la lluvia en límpido velo cayó en largas hebras finas como cañas cristalinas de las colonias del cielo.

¡Veinte de mayo! En la feria que el patrio dolor agrava, sobre el más pobre se clava con más saña la miseria. La lucha enconada y seria dispersa el viejo rebaño; y en este presente huraño dicen olvidadas cosas las campanas armoniosas de los ingenios de antaño. …

Musa patria: en el bohío, la remozada bandera, es una alegre quimera que se burla de un hastío. En la clara paz del río el pálido azul se moja, la blanca flor se deshoja, y, como de sangre hirviente, en la tranquila corriente naufraga una mancha roja. …

¡Cuba intacta! Mientras le da la brisa mueve tu airón, un lamento de acordeón atraviesa la arboleda. el alma transforma en seda su áspera fibra importuna, y hecha suave, como una mano que amansa un reproche, en el sobre de su noche estampa un sello de luna. Musa patria: si has venido complaciente a mi reclamo, enflórate con el ramo que me salva de tu olvido. Nadie cantar ha podido tu diáfana ejecutoria. Perdóname si tu gloria mis vagos versos quebrantan: ¡los ruiseñores no cantan en la jaula de la Historia…!

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