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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos Leoncio Yanes I

Poeta y decimista villaclareño. Genuino representante de la literatura cubana. Nació en la finca La Sabana, Camajuaní, que pertenecía entonces a la antigua provincia de Las Villas el 12 de septiembre de 1908. Desde los doce años trabajó con sus padres en las vegas de tabaco de Cabaiguán, Las Villas. Se inició en el cultivo del canto guajiro a los veinte años. Sus primeras décimas publicadas aparecieron en La Política Cómica en 1922; así como en periódicos locales de Cabaiguán y Guayos, Las Villas. Después del triunfo de la Revolución sus creaciones literarias fueron difundidas a través de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Presidió la Sección de Literatura de la filial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Villa Clara y el taller de decimistas Carlos Manuel de Céspedes. Asimismo, fue secretario del taller literario de Santa Clara y colaborador del Consejo Nacional de Cultura en Las Villas. Murió el 7 de 1987 en Santa Clara. 707 Las frutas de Cuba

Hay en Cuba mariposas, jazmines y campanillas, delicadas maravillas y un sinnúmero de rosas. Son sus flores primorosas, blancas, lilas, matizadas y lucen las enramadas de su vistosa maleza, la incomparable riqueza de sus frutas delicadas.

Ninguna fruta extranjera es mejor que la cubana, incluyendo la manzana, la zarzamora y la pera. ¿Quién comerse no quisiera un dorado marañón? ¿Quién no se come un melón de Castilla o de Sandía? ¿Quién no salta de alegría con la pulpa de un anón? En las arboledas mías, haciendo honor a la zona el aguacate sazona sus doscientas calorías. Yo como todos los días esta fruta verdadera y la codicia cualquiera para hacer una ensalada, sin que la supere en nada ninguna fruta extranjera.

¿Quién no acaricia la piel de un lindo mango de seda y no corre la arboleda en busca de un canistel? ¿A quién no agrada la miel de una guanábana pura? ¿Y qué mortal no se apura por comerse una cereza o morder en la corteza de una guayaba madura?

¿Quién no bebe con agrado el agua fresca de un coco y quién no se vuelve loco por un mamey colorado? ¿Dónde está el desventurado que no coma el caimitillo? ¿Quién no coge por el trillo y se interna en la maleza, procurando con presteza la mata de mamoncillo? ¿Quién no lucha y no camina para comer un caimito, un níspero, un platanito o una naranja de China? ¿Quién por una mandarina no registra tierra y cielo? ¿Y quién no siente desvelo por una lima olorosa, o por la pulpa sabrosa del mango de bizcochuelo?

Las suaves frutas cubanas besadas del sol ardiente maduran perfectamente, sabrosísimas y sanas. Por los montes y sabanas, por los valles y los ríos, por barrancos y bajíos, por las más remotas rutas, se tropieza con las frutas de mis verdes vegueríos.

Hay variedad de limones en mis campiñas amadas, y frutas muy bien logradas en todas las estaciones. En los lejanos rincones de las regiones rurales con las lluvias tropicales que fecundan mis terrenos, se dan silvestres y buenos muchos árboles frutales. Donde quiera hay una rosa despierta en la guardarraya y levanta la papaya su figura primorosa. La ciruela deliciosa, la manga sabrosa y sana, la chirimoya lozana, el zapote fresco y lindo y el pequeño tamarindo de nuestra tierra cubana. Y en Cuba, la patria mía, aparte de la grosella, me queda una fruta bella sin mencionar todavía. Es de suprema ambrosía, es de suma sabrosura; reto desde mi llanura las riquezas verdaderas de las frutas extranjeras con una piña madura.

II 708 Donde canta el tocororo Búscame en el alto monte de suave rumor sonoro, donde canta el tocororo; donde remeda el sinsonte. Búscame en el horizonte claro, limpio y azulino; búscame por el camino que te lleva a la casita encantadora y bonita donde vive el campesino.

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