Por Pedro de la Hoz
En la flamante sede del Museo de Arte de Long Beach, un mexicano ha ganado un puesto por derecho propio. Se llama Narsiso Martínez –sí, con ese– y nadie permanece indiferente ante una de sus obras, La cosecha, no solo por el soporte material de la realización –embalajes de cartón para productos agrícolas y plataformas de madera para uso de equipos montacargas– sino también por el tema: migrantes que de sol a sol acopian tomates, manzanas y otros frutos en los valles de California.
Narsiso ha ido adquiriendo determinado relieve en los medios artísticos de la costa oeste norteamericana durante los últimos años. Sin lugar a dudas, su expresión es original. Si en algún momento o calificó como pintor primitivo, dejó de serlo cuando perfiló un instrumental técnico que le ha servido para ser fiel a un tema que le obsede: la experiencia de los braceros mexicanos y centroamericanos explotados en las plantaciones agrícolas estadounidenses y el conflicto que les plantea la asimilación cultural al país que a duras penas los acoge.
Narsiso nació en un poblado oaxaqueño en el seno de una familia numerosa. Apenas dio fin a sus estudios secundarios, pensó, como otros hermanos y parientes, en buscar el sueño prometido al norte del Río Bravo.
En Oaxaca aportaba a la economía familiar de subsistencia sembrando maíz y frijoles y al cuidado de aves y cerdos. Iban al mercado local y sacaban lo que podían para no morir de hambre. Al viajar al estado de Washington los hermanos lo conectaron con la economía de plantación. Meses de dura pega, algún dinero y luego a ver qué resultaba.
Terminó hace 20 años por probar en California. Por el día en los campos y en las noches el estudio del inglés, requisito para la residencia permanente.
La inquietud por la pintura venía de antes; en Oaxaca retrataba a familiares y vecinos que alababan su buena mano para la plasmación de rasgos realistas y copiaba con bastante exactitud los rostros de las estrellas de la música y el cine que aparecían en las revistas del corazón.
Al emigrar se tomó las cosas en serio durante sus estudios en el Centro Comunitario de Los Ángeles, donde le aconsejaron solicitar su entrada al programa de becas de la Universidad Estatal de California (Cal State). La beca no cubría la formación completa, de modo que siguió yendo a los campos de cultivos a fin de redondear el financiamiento.
Esa experiencia consolidó su visión del arte que quería mostrar. De una parte conoció mejor los sueños y frustraciones de sus compañeros de labor; de otro, fijó su atención en la psicología de los propietarios y capataces.
El mismo contó lo que aprendió de la cosecha de espárragos. “Después de un día completo de trabajo agotador nos pagaban por los tallos cortados en la longitud correcta, pero descubrí que los tallos más pequeñitos eran utilizados por la industria, o sea, les sacaban un dinero extra que nunca llegaba a nosotros”.
Como comprar lienzos y papel de primera calidad estaba fuera del alcance de su bolsillo, Narsiso comenzó a reutilizar las cajas de cartón de los productos agrícolas. En un principio quitaba las etiquetas y membretes; después cayó en cuenta de que indicar la procedencia de las cajas confería un valor añadido a la obra artística, pues establecía un contrapunto visual entre la propiedad y el trabajador, entre quién se beneficiaba con la riqueza del trabajo y los que doblaban el lomo para que tal o cual compañía o granjero prosperaran.
La crítica advirtió el sentido de esta operación al decir: “Sus expresivos retratos en contraste con los logotipos audaces y manufacturados de varias marcas de productos parecen gritar: esta es la persona que recogió y encajonó las manzanas que compró ayer en Ralphs, este es el trabajador cansado que cosechó los espárragos que comió con placer anoche”.
La directiva del Museo de Long Beach estimuló a Martínez para presentar su primera exposición personal en la institución en 2018, titulada Farm Fresh, en medio de un contexto elocuente: la política del gobierno de Trump caracterizada por una postura racista y xenófoba hacia México y en especial hacia los migrantes mexicanos, especialmente aquellos sin documentos migratorios.
El logro artístico y humano de Martínez influyó en que obras suyas fueran incluidas en la colección permanente del Museo, rediseñada este verano con motivo de la apertura de la nueva sede.
A la vista de La cosecha alguien acota que la anomalía de la escritura del nombre del pintor –Narsiso y no Narciso– obedece a que su arte lleva la carga indeleble de su sangre mexicana, con todo lo que ello implica en la conflictiva relación de su país de origen con los vecinos del norte.