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Cultura

Canciones para el desexilio

Mario Benedetti acuñó el neologismo desexilio. La utilizó por primera vez en una crónica publicada en la prensa española en 1983 cuando se hallaba a punto de cerrar el ciclo de dictaduras latinoamericanas de la época. Escribió entonces el gran uruguayo: “Se emigraba por varias razones, pero, sobre todo, para evitar la prisión y la tortura y, en definitiva, para salvar la vida. Hoy día es previsible que a medida que la situación se vaya normalizando en la comarca del terror, a medida que vayan verdaderamente desapareciendo los riesgos y las amenazas, el desexilio pasará a ser una decisión individual”.

De la España republicana, tras su caída por la artera acción del francofascismo, salieron muchos al exilio y no a todos les fue posible desexiliarse cuando la “normalidad”, si es que cabe la palabra, se reinstauró con la transición democrática. Algunos habían muerto antes; otros se anclaron para siempre en los países de acogida. Ninguno, célebres o anónimos, merece ser olvidado. A ellos canta una muchacha andaluza, Lucía Socam, en un álbum grabado este verano precisamente bajo el título (Des)exilios.

El sitio escogido para el registro fue Casa Museo, sede de la Fundación Rafael Alberti, ubicada en el número 25 de la calle Santo Domingo, del puerto de Cádiz. Se trata de una nueva producción musical del sello independiente Atrapasueños, para conmemorar los 20 años del fallecimiento del notable poeta y hacer justa memoria en el 80 aniversario del exilio republicano de 1939.

Lucía introdujo la velada con una evocación “a toda esa gente que se vio obligada a marchar después de que el general Franco llegara al poder. Pero es también un homenaje recordando al poeta Mario Benedetti. Las durezas del exilio y del desexilio son parte de un debate dialéctico que no ha concluido”.

Por supuesto que en el repaso, compartido con el poeta Juan José Téllez en la lectura de textos, no podían faltar nombres referenciales, comenzando por el de Rafael Alberti. Arde la memoria con los poemas cantados y recitados de otros prominentes españoles que fuera de la península no dejaron de crear.

Ahí está el cordobés Juan Rejano, quien se aclimató en México, donde dirigió la sección cultural del diario El Nacional y ejerció como mentor de importantes figuras de las letras mexicanas como Juan Cervera Sanchís, Leticia Ocharán, René Avilés Fabila y el guatemalteco Otto Raúl González.

También en México terminó sus días Concha Méndez, una de las voces femeninas de la Generación del 27, compañera del infatigable Manuel Altolaguirre. Vale volver la vista hacia Lluvias enlazadas, (1939), publicado en La Habana antes de partir a tierras mexicanas. En sus páginas hizo visible el desencanto y escepticismo del exilio y el desarraigo. De su producción mexicana destaca Villancicos (1967), colección de poemas breves, que transpiran la esencia de la mejor tradición popular coplera.

Aunque los maridos, como sucedió con Concha, suenan más que ellas, justo y necesario es el reconocimiento en el disco a María Teresa León y Zenobia Camprubí, las cuales completaron a sus compañeros Alberti y Juan Ramón.

No sé si resignada o irónica, María Teresa se autodefinió como “la cola de un cometa”. Es hora de enaltecerla como un cometa por ella misma, por su prosa, producción escénica y ensayística. Zenobia no sólo debe ser vista como la otra mitad del autor de Platero y yo; brilla como una de las primeras grandes feministas de España, y sus campañas a favor de los niños españoles víctimas de la guerra. Tradujo al castellano de la obra de Rabindranath Tagore y en Estados Unidos promovió, como pocas veces se había hecho antes, la cultura española. Sus diarios arrojan luces insospechadas sobre la vida literaria de su tiempo.

Al comentar el proyecto de Lucía, el investigador Paul Preston expresó: “Como historiador que ha intentado captar en sus libros el sufrimiento del pueblo andaluz durante la República a manos de los latifundistas, durante la guerra civil a manos de los rebeldes militares y sus compinches, y durante el franquismo a manos del régimen, estoy muy consciente de las posibilidades, pero también de las limitaciones de los libros como instrumento de divulgación. Por lo tanto, celebro que mi amiga la cantante Lucía Sócam dedique un disco a la memoria histórica, su abnegación, sus dolores y sus luchas. Estoy seguro que su voz maravillosa hará llegar esa memoria a los que no estaban conscientes de la historia de su propio pueblo”.

Supe de Lucía Sócam en febrero de 2014, cuando durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, compartió un recital con el poeta cubano Víctor Casaus en la Fortaleza de La Cabaña. Cuatro años después fui testigo de otro intenso recital de la cantautora en Valencia. Esa noche de noviembre alternó sus canciones con los poemas de Miguel Barnet. Frisaba ella las tres décadas de vida, y en el fuego de su juventud se notaba que había heredado los genes combativos de su gente.

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