Cristóbal León Campos
I
Las llagas aún duelen, estaban ahogadas. Cicatrizan algunos recuerdos. No me arrepiento: lo hecho fue expresión del amor, y no creo que deba juzgarse como bueno o malo. ¿Quién puede decir qué es malo o bueno?, al menos yo no estoy capacitado. No te prometo sobriedad eterna, pero sí te ofrezco venerarte siempre.
II
En estos últimos días, me he preguntado reiteradamente qué fue lo que me condujo a esta situación, a causa de qué permití tanto vacío, cómo pude dejar de lado tantas cosas que apenas ahora voy recordando y volviendo a sentir. Sé que la palabra amor, en estos tiempos y con la evidencia reunida, suena a caja vacía, pero también, sé que no fue otro motivo lo que me condujo a este instante. No es fácil comprenderlo, solamente se entiende cuando aceptamos que no es un acto racional, al menos para mí. No recuerdo el momento preciso en que me abandoné, fue hace ya unos años, tengo entumecida la memoria.
III
Añoro sentir tu piel, estremecer lo profundo del sentimiento y reír a tu lado. Tatuada llevo tu mirada; días atrás una foto me hizo estremecer. Sentir que me veías, lo pensé verdadero y sé ahora que no es más que una ilusión.
IV
A pesar de lo fugaz, puedo decir que tu cuerpo sacudió mi ser que aún tiembla en el recuerdo.
V
La mente está abrumada, tu presencia se me revela, los recuerdos reclaman mi atención. Te busco. Regreso a la cordura y comienzo a leer de nuevo, “El despertador”, de Manuel Tejada, me resulta muy familiar. Tu locura sigue en mí.
VI
Tal vez es de locos, pero ¿acaso no la locura nos mueve a sonar mejores tiempos, no es lo impensable lo que nos conduce a hacer posibles los anhelos? ¿Cuándo entraste en mí? ¿Qué estimuló la forma tan profunda de calarme? Únicamente sé que es real, aunque supe siempre lo efímero de tu estadía. No me arrepiento de nada, sé de lo imposible (aunque en el fondo lo creo posible), no me detuve, volvería a vivir todo por estar en este mismo instante, ¿cómo no preferir conocerte si un mundo nuevo descubrí? Nadie podrá culparme por entregarme, por haber soñado, por llorar, si ha valido la pena tanto lo bueno y lo malo.
VII
Voy acordándome de algunas cosas, la soberbia del alcohol se apoderó de mí en varias ocasiones. Ese acto estúpido de sentirse superior y con la posibilidad de juzgar no es más que debilidad. Son actos irreflexivos; no fui consciente de ellos, ahora me arrepiento. Más allá de ciertas verdades, no cabe lugar para tal conducta. ¿Quién puede juzgar? ¿Quién es o qué nos hace superiores? Aceptar tales posibilidades no es más que reducirnos a simples seres inocuos.
VIII
Escribir es la ventana del alma, la distancia me impide hablarte de otra forma; tu ausencia me obliga a expresarte así lo que siento, es de alguna manera una medicina ante la desconsolación que me enferma por tu distancia. No te miento, el desierto desesperante en que habito tiene su fin en tu memoria, ahí resides, vives en mí.
IX
Sus errores los hice míos, traté de ganar con méritos de todo tipo; los oídos sordos y los ojos enfocados en otro lado fueron el muro con el que tantas veces tropecé sin darme cuenta, levanté mi propio muro y di paso a la soledad. No es el arrepentimiento quien escribe, eso que esté muy claro, es el aprendizaje de algo que no he de repetir. Claro, sé que fallé, ambos lo hicimos, y el orgullo la condujo y el alcohol me cegó. Hoy nuestra unión seguirá por siempre. Pero ya nada es lo que fue, ni será lo que imaginamos. Ahora mis ojos miran el provenir con nuevo aliento y mis pasos retoman la utopía.
X
Una vez me preguntaste por los domingos, esos días de descanso que he utilizado un poco en obsesión y otro poco por necesidad para seguir en el trabajo, quizás también como guarida de soledad. Únicamente te digo que te los regalaría, los compartiría de las formas que quisieras, desde la más convencional hasta la más excéntrica manera de estar juntos, son tuyos como tuyo lo soy yo. Ya no deseo guardias de dolor y soledad, ahora quiero días soleados y lluviosos a tu lado. En ellos caminaremos todas las calles y avenidas; nos sorprenderemos con lo cotidiano y aprendiendo de las complejidades iríamos labrando nuevas historias. Ya no habría el tú y yo, solamente estaría el nosotros. Es tanto lo que quiero compartir contigo que no alcanzan las páginas ni las palabras, sólo me queda decirte por ahora que lo que inició fugaz hoy lo quiero perpetuo.
XI
¿Qué verso podrá resumir lo ardiente del sentir por ti? ¿Qué palabras renombrarán la esperanza? ¿Quién podrá poner el punto en algo inacabado? ¿Cómo llamar al sentimiento si el amor es utopía? No poseemos el tiempo pero sí la memoria, en ella habitas, ahí te miro, el recuerdo es más que sólo hechos, es en sí, la esencia de nosotros.
XII
Quiero contarte que hoy visité su tumba, no lo hacía desde su entierro, sabes que día a día lo he tenido presente, no olvido los buenos momentos y mucho menos la angustia que aún me provoca pensar que, de una u otra forma, pude ayudarlo. Sé que no es bueno pensar así, que en la amistad más allá de las fallas humanas no hubo diferencia ni conflicto que nos alejara, hablamos siempre con honestidad y afecto. No sé bien cómo describir lo que me hace sentir haberlo visitado, le hablé de muchos temas que pendientes dejamos, dejé sobre su tumba los dos primeros números de aquella revista-cuaderno que tanto planeamos, no alcanzó a verla impresa, días después de su partida el primer número salió de prensa, hoy pude contarle el rumbo de ese proyecto y de otras ideas que aún rondan mi cabeza.
XIII
Te confieso que le hablé de ti, sé que de una u otra forma sonrió. ¿A quién podría si no a él hablarle de ti? Tanto me conoció, que bastaría poco para que enumere las cosas que han cambiado. Sabría la profundidad alcanzada por el sentimiento, lo real y duradero.
XIV
Así como los pueblos libres se mantienen firmes ante los imperios, me mantengo de pie a pesar de la tormenta. No temas porque tu ausencia sirva de excusa para volver atrás, esa página la he arrancado de mi historia. Muy al contrario, debes saber que tu distancia no quebrará mi espíritu, lo fortalece de esperanza para alcanzar lo soñado.
XV
La distancia comienza a ser un océano donde las palabras pierden su eco, lo que alguna vez fue diálogo, se convierte en monólogo que acompaña mi pesar. Comienzo a pensar que tal vez he decidido aferrarme a ti, mantener la esperanza de un futuro podría ser una idea equivocada, nada puede garantizarme la remota posibilidad de encontrarnos en otro momento, en otro lugar, y sin embargo, continúo creyendo que nos volveremos a ver.
XVI
Ahora, más que nunca, rechazo los esquemas convencionales que sólo alientan la doble moral, la hipocresía de quien juzga por sobre el dolor de quien tolera y se somete a los moldes arcaicos, como la idea misma del origen del hombre ¿Cómo explicarle al amor, cuya esencia misma es la libertad, que no puede ser por los grilletes sociales impuestos por quienes dicen defender los derechos humanos? ¿Cuándo permitimos que nos roben la felicidad a cambio del estatus de ser “decente” y socialmente correcto?
XVII
Repaso tu espalda desnuda sobre la cama, el cuerpo aún gimiendo, la forma en que abrazas en la calma. Recuerdo las palabras dulces pronunciadas en silencio, el olor ritual que despedimos, los dedos aún en movimiento; todo vive, lo siento y recreo a diario, esas imágenes están en todos lados, no me abandonas en la mente. Evoco cómo recoges tu pelo para darle forma nuevamente, el pudor siempre te cubre con las sábanas o con algo de ropa, de nuevo la sonrisa, mi mano en tu rostro desdibujando cada línea. La madrugada nos sorprendía y con ella el cansancio; en esos instantes logré conquistar al sueño como no lo hacía en años, la tranquilidad de tenerte al lado me arrulló: cuánta paz, cuánta añoranza tengo, siempre supe lo efímero de la promesa, mas no advertí lo eterno del recuerdo ¿Qué es el recuerdo si no expresión del alma? ¿Cómo adueñarnos y controlar si el corazón dicta que recordamos? Sólo sé con certeza que vas a mi lado siempre.
XVIII
Exhaustos me pides que durmamos, sólo quiero disfrutar cada instante efímero en que te tengo. Aún no sé lo que significa para siempre y la mañana golpea nuevamente con la ausencia. La luz ilumina la habitación, comienzo a sentir esa sensación de vacío que tanto se menciona y que no conocía hasta ahora que me acompaña, parecería que me han robado las fuerzas, un sobresalto de frío me recorre. Tengo ansiedad de tu presencia. Mi piel vuelve a reclamar la tuya.
XIX
Deseo despertar a tu lado, ver tu sonrisa y admirar tu belleza, desayunar con la prisa cotidiana y con la calma que otorga la felicidad. Quiero conocer tus sueños y miedos. Mi alma está expuesta ante tus ojos para que la veas sin limitaciones. Quiero besarte la vida, anhelo que a cada diluvio le hagamos frente abrazados en el alma. Quiero darme por completo, nada de reservas y mucho menos pudores y prejuicios. Soy tuyo Amor, es así, no es una decisión, es un sentimiento que mi corazón grita. En algún momento, en algún instante me enamoré de ti, tan profundamente, tan limpiamente, que nada interpuesto hay entre nosotros. Sueño despierto contigo.
XX
La tarde en que la palabra desbordó el sentimiento y nos expresamos mutuamente lo que venía sucediendo, me llenó de tal felicidad que aún no logro contener la sonrisa al recordarla. Lo más hermoso, fue el simple hecho de que ambos nos sorprendimos y en la sorpresa reconocimos ser uno del otro. La felicidad que me invadió sigue palpitando en mi interior, ese nervio y esperanza me acompaña cada vez que pienso en tu recuerdo y lo que vivimos. En algún lugar leímos que la “piel es de quien la eriza”, la mía es tuya y sé que la tuya me pertenece aunque sea en la distancia. ¿Una locura?, claro que lo es, pero ¿acaso no de locuras se han construido las cosas más trascendentes de la humanidad?
XXI
En las tardes de lluvia y las noches de luna te evoco con suspiro imperfecto, la única perfección que conozco es tu sonrisa. Por lo pronto me olvidaré del tiempo para esperarte, no tendré la prisa cotidiana ni la premura efímera del amante viajero, cultivaré el amor desde la paciencia y la sabiduría delicada de quién sabe qué, del otro lado del silencio está la felicidad.
XXII
Sigo creyendo en que vendrán tiempos mejores, ya Martí lo dijo: “Tengo fe en el mejoramiento humano […] y en la utilidad de la virtud”. Rechazo de mi vida las modas intelectuales y visto con las mismas camisas y pantalones desgastados que usaba cuando, junto a Tomás y a Tejada iba a la Flor de Santiago. Soy consciente de mis contradicciones humanas, “Yo no soy un hombre puro”, como escribió Nicolás Guillén. No doy lugar al desánimo, no hay paso atrás.
XXIII
Ten la certeza de que a pesar de que todo pudiera indicar lo contrario, tengo fe y convencido te digo; de los escombros del pasado forjaremos nuestro tiempo, no somos fénix, pero hemos andado entre cenizas y la luz vuelto a mirar.
XXIV
He bebido mucho café y como el primer día leo a José Revueltas, sus cartas revelan su ser, soy tuyo, y a pesar de lo fugaz eres eterna en mí. Así lo dejo escrito, con la sencillez que conoces bien, con la honestidad de quien su corazón te ha dado. La Luna me espera celosa para seguir siendo mi confidente. Ahora sí, dejaré que nos hable el silencio.
XXV
Añoro tu presencia, te siento junto a mí. Deseo fervientemente amarte como nunca, estremecer tu cuerpo, calcinándonos de placer hasta lo más hondo y, nuevamente, despertar en esta maravillosa experiencia en torno a la locura que nos une, sabiéndonos uno del otro.
XXVI
Mientras tanto, con las letras de tu nombre seguiré escribiendo versos de locura para que en la calma del mañana, juntos recitemos esperanza.