Luis Carlos Coto Mederos
David Chericián
1206
El autor intelectual
(fragmento)
Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar:
el arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
Al mundo salí a buscar
el sentimiento profundo
que convertir puede el mundo
en ancho y caliente hogar.
Ese espléndido lugar
que el pecho del hombre encierra
lo busqué donde se aterra
el alma ante tanto monte,
y topé en el horizonte
con los pobres de la tierra.
Y comprendí que ese río
de sudor, hambre y pobreza
corría hacia mi cabeza
con aguas de nuevo brío.
Nunca mejor mi albedrío
supo al fuego dominar,
embriagarlo, hacerlo andar
al origen de la fuente,
en esa y no otra corriente
quiero yo mi suerte echar.
Remonté la cristalina
fruición del agua en tensión
con la audacia de la acción
que hacia la idea se empina.
Donde arduo el hombre camina
con tiempo y espacio en guerra
y donde el viento se aferra
al alto azul de cristal
topé con el manantial:
el arroyo de la sierra.
Y ese mar en miniatura
a más grande mar sustenta:
el mar del pobre que enfrenta
sudor, hambre y amargura.
Así marcha a la dulzura
con que se ha de desbordar
el mar del pueblo al ahogar
el dolor en su corriente,
y ese mar de humana fuente
me complace más que el mar.
***
Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas:
y salir de los escombros,
volando las mariposas.
En los hombros del trabajo
vi gota de sal oscura
nacer buscando la altura
del sol que al cuerpo las trajo.
El hombre que vi debajo
de la sal sobre los hombros
iba edificando asombros
ante mis ojos despiertos,
como luz en ojos muertos
alas nacer vi en los hombros.
Y con ellas vi nacer
el hombre del porvenir
y hacia mi encuentro venir
de la bruma del ayer.
Un perfume de mujer
sentí en las alas brillosas,
él lo dejaba en las cosas
que nacían de sus manos,
yo en los recuerdos lejanos
de las mujeres hermosas.
De las que amé y las que no,
porque me abrieron también
los ojos que ahora ven
el vuelo que les nació.
El volcán que se agitó
desde la trama de escombros,
con las alas de los hombros
buscando activas el vuelo,
lo vi irrumpir desde el suelo
y salir de los escombros.
Y lo vi volar, volar
por encima del ayer
con el olor a mujer
por la tierra, el aire, el mar.
Haciendo suyo el azar,
dueñas de todas las cosas,
del sudor hijas airosas
–alas de sal del crisol–
van como van hacia el sol
volando las mariposas.
***
Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.
Bondad, odio, amor, maldad,
todo se encuentra en las ramas
del árbol, en las escamas
del pez: mentira y verdad.
En una misma heredad
la cizaña se apresura
contra la espiga madura
que hacia el hombre se levanta,
tanta luz y sombra tanta
yo he visto en la noche oscura.
Y he visto en el claro día
la misma sombra, igual luz,
risas he visto en la cruz,
lágrimas en la alegría.
He sentido la agonía
de vivir con la entereza
de saber morir –y en esa
porfía sentí en clamor
bondad, maldad, odio, amor
llover sobre mi cabeza.
Y sobre mi cuerpo todo
la mariposa en serpiente
vuelta, sentí hincar el diente
y luego alzarse del lodo.
Mariposa de otro modo,
ya de regreso a la altura
del vuelo y la mordedura,
nutrieron la humanidad
de odio, amor, maldad, bondad
los rayos de lumbre pura.
Pura ilusión de ternura
da la flor al dar la herida
cuando es la sangre encendida
fuente que todo lo cura.
Blanda caricia es la dura
cárcel donde libre y presa
la lumbre de mi cabeza
recibe del surtidor
maldad, bondad, odio, amor
de la divina belleza.