Cultura

Luis Carlos Coto Mederos

David Chericián

1208

Los pinos nuevos

(fragmento)

Yo he puesto la mano osada,

de horror y júbilo yerta,

sobre la estrella apagada

que cayó frente a mi puerta.

Sobre el pelo de mi niña

y su pensamiento inválido,

sobre el esqueleto pálido

y el esplendor de la piña;

sobre el jugo de la viña

y el acíbar de la almohada,

sobre el filo de la espada

y el perfume, sobre el lodo

y el sol, –sobre casi todo

yo he puesto la mano osada.

Y todo me era tan mío

y era todo tan ajeno

que al estar de todo lleno

de todo estuve vacío.

Qué trampa del albedrío

me condujo hacia la incierta

ciencia de la mano abierta

que al cerrarse es puño, fluye

de caricia a golpe –y huye

de horror y júbilo yerta.

No era trampa, todo era

tan semejante y contrario

como espiga en el osario

o hueso en la sementera:

la fiera en la madriguera

no es fiera, es oruga; alada

flor no es –y nada es nada

sin el motivo de ser,

como la luz al caer

sobre la estrella apagada.

Fruta, hueso, idea, cosa

cualquiera, grande o pequeña,

entra en el todo que sueña

quien no duerme ni reposa.

La fiera y la mariposa

desde su almohada despierta

conducen a ciencia cierta:

el fin va al comienzo a dar:

mi niña: futuro: azar

que cayó frente a mi puerta.

***

Un niño de su cariño

me dio un beso tan sincero

que, al morir, si acaso muero,

sentiré el beso del niño.

Me da el beso de la risa

que le vuela por los dientes

y las alas inocentes

me detienen obra y prisa.

Renace de la ceniza

el corazón si le ciño

los lazos de su corpiño

con que amuralla el veneno:

vivo, pues me tiene lleno

un niño, de su cariño.

Nadie a sospechar alcanza

que tan endeble dulzura

es mi más fuerte armadura

y mi más fiera esperanza.

Contra mí sus flores lanza

el mínimo invernadero,

nadie fuera tan certero

a herir sanando la herida:

nadie jamás, ni la vida,

me dio un beso tan sincero.

Vivo de él, y estoy tan vivo

en su patria diminuta

que soy flor, raíz y fruta

del árbol de su cultivo.

Muerte en vida halla el cautivo

pero a mí tal carcelero

me da la risa y el quiero

con que ata el amor sus lazos:

vivo y más muero en sus brazos

que, al morir, si acaso muero.

Si acaso muero… Bien sé

que no puede tanta vida

disolverse en la caída

que un día el azar nos dé.

Se levanta y sigue en pie

la vida en el desaliño

con que me lanza en un guiño

toda la dicha del mundo:

siempre en él, cada segundo,

sentiré el beso del niño.

***

Todo es hermoso y constante,

todo es música y razón,

y todo, como el diamante,

antes que luz es carbón.

Armado de su cariño

en busca de su esperanza

hacia el hombre lento avanza

quien era hasta ayer un niño.

Me da coraza de armiño

su candor y la pujante

decisión de ir adelante

y avanzar de cualquier modo,

pues sé que a pesar de todo

todo es hermoso y constante.

Constante, aunque todo muda

para mudar otra vez,

entre el envés y el revés

otra verdad se desnuda.

Los que vendrán de la duda

hijos naturales son

y al filo de la canción

de ayer, de hoy y de mañana,

muestran que en la duda humana

todo es música y razón.

La razón es arduo gozo

pero más temprano o tarde

es una brasa que arde

y nace algo más hermoso.

La luz que baja hasta el pozo

es toda luz en su instante

porque de la estrella errante

es ella el brillo total

que da en pez, hombre, metal

y todo, como el diamante.

Así el niño totaliza

la vida a su alrededor

y está en él todo el clamor

de la tierra donde pisa.

Adentro de su camisa

está la nueva canción

muda aún, pero su son

es como la mariposa,

se presiente en cada cosa,

y antes que luz es carbón.