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De lectores y lecturas…

Paloma BelloApuntes desde mi casa

Cada inicio de año, desde 1969, me he propuesto leer El Principito. En el mismo ejemplar que me obsequió mi esposo, cuando éramos novios, se observa el desgaste de las orillas y, desprendido, el cartón del lomo. El Principito envuelve el mensaje breve y plácido que el pensamiento debería tener consciente, siempre. De ahí que es saludable comenzar el año entre sus páginas.

Por problemas con la vista, ha disminuido en mucho mi capacidad de lectura, limitándome a unas diez o doce páginas diarias, antes de dormir. En cambio, es impresionante la cabida a la cantidad de libros disfrutados por mi hermano Rolando cada año. Cerró el 2019 con la lectura de 89 novelas, además de trabajos de ensayo, periodismo, revistas y periódicos. Su récord ha sido de 105 libros al año.

Generalmente, asiento en el buró el pequeño montículo de libros a la espera. Este nuevo año, prosigo con el tomo Obras Maestras, de Alberto Camus, que contiene dos obras de teatro: Calígula y Los Justos. Las novelas El Extranjero, El Huésped, La Peste, La Caída, el ensayo El Mito de Sísifo, sus Diarios de viaje y Seis crónicas sobre Argelia.

Confieso que en el momento juvenil de devorar libros, mi clan (Moncho Triay, Maricarmen Rodríguez, Godìz Ortegón, Mariano Quijano) y yo no tomamos en cuenta a Camus porque nos enfocamos en Jean Paul Sartre, quien tenía diferencia de conceptos políticos contra Camus, aunque los dos han sido los autores representativos del Existencialismo y ambos merecedores del Premio Nobel de Literatura.

Siempre he considerado que todo en la vida llega en el momento adecuado. Descubrir a Camus ha sido una de las grandes revelaciones de mi existencia. Cada frase, cada párrafo, construidos entre realismo y poesía, independientemente de los temas que aborda, me hacen pensar que si lo pudiese leer en el original francés, acabaría por enamorarme, tardíamente.

Enrachada con este tomo, en el que El Extranjero brilla como obra cumbre, me fijé que no contiene El Primer Hombre, su novela póstuma. Al respecto, se sabe que el escritor argelino pereció el 4 de enero de 1960 a los 47 años, en un accidente automovilístico de carretera en el que le acompañaban su hija y una pareja de amigos incondicionales. Instantáneamente, fallecieron los dos hombres, que iban adelante, y sobrevivieron las dos mujeres.

En la volcadura, se esparcieron en el bosque 144 cuartillas redactadas a mano que llevaba en portafolios, y pasados los primeros momentos del drama, la hija y la amiga se dedicaron a recolectar el material hasta conseguir reunirlo.

Durante muchos años se descifraron los textos, saturados de tachaduras y correcciones al margen, con letra casi ilegible, hasta que Catherine Camus, ya fallecida su madre Francine, decidió autorizar la publicación inconclusa, tal como viene e incluyendo fotocopias del cuaderno cuadriculado y páginas de notas, de apuntes por demás interesantes y enigmáticos, que la transforma en una especie literaria extraordinaria. Alberto Camus refería con honestidad que El Primer Hombre sería su más valioso trabajo y está dedicado a su madre, una señora sencilla, analfabeta.

En mi pequeña lista para 2020, debo agregar El Corán y un volumen enorme sobre la historia de Estambul, tema que ha trastornado mis sentidos desde el año pasado, pero que tiene raíz en los fascinantes cuentos que mandaba mi tío Ricardo Bello Cetina, cada vez que yo guardaba cama por alguna epidemia de las que padecimos los niños de mi generación, por falta de vacunas.

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