Conrado Roche Reyes
Desde el instante en que Stanley Clark comenzó a despuntar como uno de los mejores ejecutantes de su instrumento, fue el asombro de la crítica, de músicos y público. Cuando los guitarristas de los grupos y bandas de rock y jazz son casi siempre los más exaltados, famosos y más seguidos por los aficionados, los bajistas pasaban a un casi anonimato o un segundo lugar, pero fue con la aparición de súper bajistas a finales de los sesentas y principios de los setentas que comenzó a dársele su lugar a verdaderos virtuosos del, para mí deslumbrados y base de toda agrupación instrumento que es, sin duda alguna, el bajo. Todo comenzó cuando Jack Bruce , del grupo Cream, deslumbró a los fans y a los críticos con su fraseo y su nada armónica pero súper efectiva manera de tocar, en especial en las improvisaciones, y fue el precursor de que la gente se fijara en los bajistas súper estrellas, ahí estaban desde el inicio de toda esta revolución, Paul McCartney, el súper dotado Tim Bogert (en lo personal, el mejor bajista de la historia) ex de “Vanilla Fudge”, “Cactus” en donde sobresale en los discos de estudio y en vivo, y una sesión, un LP titulado “Beck ( Jeff) Bogert”, del que hablamos ahora, y Appice, baterista de Vanilla Fudge y Cactus.
Fue entonces cuando surgió la figura de Stanley Clark que, aunque primordialmente tirado hacia el jazz, jamás le hizo el feo al Rock, ya que grabó con las principales bandas de Este, así como en sus numerosos grupos de jazz, y Jam Sessions con los mejores jazzistas del planeta.
Así fue pasando el tiempo y, fue considerado, quizá, el más virtuoso de los que tocan la guitarra de cuatro cuerdas para obtener el sonido que da profundidad a las bandas. Al mismo Tim Bogert, al preguntársele qué pensaba de Clark, simplemente respondió: “That’s hard” (ése sí es duro”).
Ahora, con casi setenta años, Stanley Clark vuelve a la carga con un disco titulado “The message”. El producto está dividido en cuatro partes. La primera es un homenaje de algunos grandes músicos que se nos han adelantado en el viaje eterno, como Al Jarreau, Ton Petty, Chuck Berry, Larry Co, Brown y otros.
Del dos al siete, es el mensaje a que se refiere el título, basados en las ideas del escritor de ciencia ficción, Ron Hubbard, fundador de la cienciología, cuyos resultados fueron catastróficos, aunque el bajo de Clark de todas maneras resplandece.
La tercera parte titulada “Bach cello Suite”, con Clark tocando música clásica en el violonchelo, y lo toca estupendamente. Los tres últimos temas son soul y funk y, además, lo mejor del disco.
Probablemente después de tantos años, con todas las experiencias habidas y por haber, Clark sabía que ya había dado todo de sí, que ya había dado lo mejor, que ya está de vuelta de todo y que nada tenía que demostrar. Nos quedamos con sus primeras grabaciones, tanto de rock como de jazz.
Cuando estaba ya en la cumbre, reconocido por todos, surgió un bajista muy joven, pero con unas cualidades extraordinarias, llamado Jaco Pastorious, quien también dejo boquiabiertos a todos los públicos. El mismo Clark exclamó al escucharlo en un concierto solamente de bajo. “Este chico, va a ser mi sucesor y con el tiempo me superará”. Desgraciadamente, Pastorious murió violentamente después de una golpiza atroz a karatazos que le propinó un guardia de seguridad (estos sujetos son la escoria del espectáculo).
Así es que ha.y que escuchar la discografía de Stanley Clark con su bajo hondo y profundo, marca Fender, modelo Jazz Bass (aunque no le hace el feo al bajo acústico).