Cultura

Viaje al país del Tío Ho

Pedro de la Hoz

La Feria Internacional del Libro de La Habana 2020 ha debido salvar dos graves obstáculos. A diferencia de años anteriores, la presentación de novedades por parte de las editoriales cubanas se ha visto limitada. A partir del segundo semestre del año pasado, la industria poligráfica enfrentó sensibles afectaciones por falta de papel y otros insumos, a consecuencia del recrudecimiento de la guerra comercial y financiera que sufre la isla por obra y desgracia de la actual administración estadounidense.

Lo anterior no ha impedido la afluencia masiva de público a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, sede principal de la Feria, ni a otros espacios habaneros donde autores y lectores dialogan y vuelven a cobrar nueva vida títulos anteriormente publicados. Como nunca se hace vigente una realidad: el buen libro no envejece. Por demás, los más jóvenes se acercan con particular interés a las presentaciones literarias en formato electrónico.

En otro orden, a la altura de noviembre de 2019, el país invitado de honor, al que tradicionalmente cada año se dedica la Feria, declinó esa condición. He empleado un verbo demasiado suave; más bien debía haber escrito otro, porque el pronunciamiento de Bolivia expresó un claro repudio a ser huésped de la cita habanera. Apenas 72 horas después de la dimisión forzada de Evo Morales, y mientras hostilizaban a los médicos y el personal de salud cubano que de manera altruista asistía al pueblo boliviano, el gobierno de facto de la impresentable Jeanine Añez, hizo trizas el compromiso con las autoridades culturales cubanas. Obviamente, la ruptura involucró también a escritores, editores y promotores bolivianos que cifraban fundadas expectativas por su participación en la Feria cubana. Fue el preludio de una ulterior decisión previsible, dada la naturaleza golpista y proyanqui de los usurpadores del poder en La Paz: la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba.

Vietnam vino a salvar la situación. Desde hacía algún tiempo, la nación indochina se alistaba para desembarcar en la isla con su producción editorial en correspondencia con la excelente relación entre ambos pueblos. Las conversaciones entre ambas partes conducían a que se formalizara la invitación para 2021. En un gesto que casa con auténticos sentimientos de amistad, Vietnam aceptó suplir la vacante boliviana. En un plazo récord, sólo dos meses y medio, coordinó acciones entre los sistemas editoriales de ambos países, organizó el envío y preparó una delegación de escritores y artistas que en La Habana ha contribuido a revelar la riqueza de una nación distante en la geografía y de cultura diferente, pero con valores humanos compartidos. Participan en la Feria 52 escritores, artistas, editores, críticos, profesores de literatura y traductores procedentes de Vietnam y en su pabellón nacional se exhiben 700 títulos en varios idiomas.

No abunda la literatura vietnamita en nuestra lengua. De los contactos entre editores y traductores en la Feria, debe derivarse un impulso en tal sentido. Un ejemplo: la editorial Kim Dong donó a su similar cubana Gente Nueva los derechos de varios títulos de autores vietnamitas para niños y jóvenes, a fin de que sean publicadas en el territorio insular antillano.

Lo mismo se espera en el país asiático, cuyos lectores se interesan por las letras cubanas y, en general, latinoamericanas. No obstante, en lo que va de la Feria, que se efectuará hasta el domingo 15 en la capital del país y se extenderá por toda la nación a lo largo de los próximos dos meses, ya se han registrado hitos de entrañable simbolismo.

En Vietnam ha sido particularmente exitosa la publicación de El juicio del Moncada, de la novelista y periodista Marta Rojas. Con el aval de una decena de ediciones cubanas, y un contenido que refleja con minuciosidad no sólo la respuesta de Fidel Castro a quienes lo juzgaron por el asalto a la segunda fortaleza militar de la isla el 26 de julio de 1953 –de acusado a acusador— sino también por qué los jóvenes de la Generación del Centenario de José Martí decidieron tomar las armas contra el régimen tiránico de Fulgencio Batista hasta desembocar en la Revolución triunfante en enero de 1959, el libro de Marta Rojas se convirtió en un bestseller particularmente solicitado por vietnamitas entre los 15 y 30 años de edad, según comentó el doctor Pham Xuan Tach, especialista en literatura latinoamericana, al presentar el título en la Feria.

También, los lectores del lejano país han apreciado los versos del combatiente antiterrorista cubano Antonio Guerrero, quien permaneció recluido en Estados Unidos tres lustros por enfrentarse a los planes subversivos de la industria anticubana instalada a sus anchas en el sur de Florida. Son poemas escritos en la cárcel y, como se verá después, muy sensibles, por experiencia histórica, al público de la nación del Sudeste asiático. Así lo hizo saber el amigo poeta Nguyen Quang Thieu, vicepresidente de la Unión de Escritores de Vietnam.

Cuando se halla próximo el aniversario 45 de la victoria vietnamita sobre los agresores norteamericanos en abril de 1975, el lanzamiento en La Habana de Actas de guerra: 1, 2, 3, 4, de Tran Mai Hanh, adquirió singular relieve. Veterano de la contienda emancipadora, periodista y escritor de prestigio, Tran relata paso a paso el curso de las acciones en los meses decisivos de la ofensiva final, auxiliado por una prolija documentación en buena medida inédita.

Pero la perla de la corona en la primera fase de la Feria fue la reedición de Diario de prisión, de Ho Chi Minh. El líder del pueblo vietnamita, reconocido por su proverbial modestia e irreductible espíritu de lucha, sobresalió asimismo por sus versos de fino lirismo y depurada factura. La Colección Sur, de la organización Cubapoesía, que dirige Alex Pusides, rescató la edición príncipe en español, prologada por uno de los más notables autores de la isla, Félix Pita Rodríguez.

Mediante esos poemas, concebidos entre el 28 de agosto de 1942 y el 16 de septiembre de 1943, el lector viaja a la tierra del Tío Ho, al corazón de un combatiente ejemplar, a la dignidad de un hombre que nunca se rindió.

Me detengo en el epigrama titulado Claro de luna: “No hay alcohol ni flores para los prisioneros. / Pero la noche es encantadora. / ¿Cómo podemos celebrarla? / Voy al agujero de ventilación / y contemplo la luna, / y a través del agujero / la luna sonríe al poeta”. ¿No son sencillamente conmovedoras estas palabras?