Luis Carlos Coto Mederos
Roberto Manzano
II1752Entraña de la sombra
Este pétreo movimiento
no se palpa, pero medra:
avanza como la piedra
hacia un claro fundamento.
Procurándote cimiento
yo mismo cimiento soy:
encima de tierra estoy
como un percutor redondo:
por el reino de lo hondo
con todo mi pulso voy.
A veces parece olvido
la memoria que trabaja:
sólo porque muda baja
a cristalizar lo hundido.
Qué diamante de sonido
acarrea de la hondura.
Todo cierre es apertura.
Con los oídos poblados
me detengo en los cerrados
basamentos de la altura.
Toda atención es morir
de una orilla, para dar
con la flecha del mirar
en el centro del vivir.
Qué afilado percibir
con los sentidos abarca
la extraordinaria comarca.
Qué cercano está lo lejos.
En laberinto de espejos
camina como un monarca.
La estrella se ve mejor
de la extremidad del pozo:
su prismático musgoso
abrillanta su esplendor.
Parece a veces sopor
la vigilia más tajante:
¿sólo porque exuberante
tiene que cerrar la vista:
se puede medir la arista
más exacta del diamante?
Derribo, como plomada,
toda mi sangre al nadir
de donde vuelve a subir
cada noche la alborada.
¿De la cepa mal plantada,
qué brillante fruto asoma?
Si la sangre no se aploma
con un conducir profundo,
¿Cómo puede dar al mundo
aquello que al mundo toma?
Sé que el silencio labora.
Con entrañable piqueta
va trabajando la veta
de la cantidad sonora.
Con el silencio se dora
la harina que acaba en pan.
Por trillos callados van
los gérmenes del ascenso:
lo breve cuaja lo inmenso:
¡lo inmenso es un largo afán!
1753Tiempo
Tiempo, tiempo, tiempo puro.
En su impalpable corola
teje la invisible ola
de su derrotero oscuro.
Tiempo pasado o futuro,
pero tiempo permanente.
Sin fatiga, lentamente,
va tejiendo con su hebra:
mano que todo lo enhebra
implacable y ciegamente.
El tiempo tiene una mano
enorme donde la arena
gota a gota se serena
cayendo desde lo arcano.
Lo tardío y lo temprano
se reúne y equilibra:
con qué fugacidad vibra,
con qué lentitud avanza:
el tiempo es una balanza
donde todo se calibra.
1754Distancia
Algo siempre itinerante
va delante de nosotros:
no valen alados potros
para alcanzarlos triunfante.
Silencioso y anhelante
empequeñece en la vía:
todos sus astros vidría
en el silencio del raso:
todo responde a tu paso
con más amplia lejanía.
Uno lo va viendo todo
con visión que no reposa
y una imagen azarosa
se esconde por el recodo.
Mirando con nuevo modo
cada mirada amanece:
en todo horizonte crece
un horizonte que empieza:
¡uno quita una corteza
y otra corteza aparece!