Conrado Roche Reyes
La ciudad de Mérida conforma una vecindad enorme entre los distintos estratos socio-económicos de la familia meridana con sus particulares modalidades, usos y costumbres, diversas maneras de hablar, unas originarias del lugar y otras llegadas de afuera en los últimos años.
Entre ellos se ha establecido una relación, y aunque en todos los barrios, colonias o fraccionamientos las relaciones son complicadas y de cercanía en muchos casos, entre otros hay recelos o viejos rencores. La historia del habla yucateca nos presenta hibridación que se revela como algo esencial. Efectivamente, ni en la Mérida ni en el Yucatán actuales puede entenderse sin la traslación huacha contemporánea, ni los inmigrantes del interior tendrían su forma presente, si no hubiera ocurrido su trasplante a Mérida.
En su historia yucateca, el huach experimentó una fase de instalación, un momento de enraizamiento profundo, a partir de los dos últimos y terriblemente trágicos terremotos ocurridos en el ombligo del país.
De lo ocurrido entonces con la lengua, pocas responsabilidades tienen los recién llegados del interior, más allá de la referencia política y cultural, desde la lejanía, la influencia económica, la inmigración o el eco de realidades socio-políticas.
Pero la “huachización” de Yucatán y los “uayeísmos”, no son cosas del pasado. Se adentran algunas de sus claves lingüísticas especialmente léxicas: (“fo” por “fúchila”, “uay” por “ay”, “escarpa” por “acera” y mil etc. Este presente cuenta con la novedad histórica de desarrollarse en un escenario globalizado, donde la facilidad de las migraciones y el alcance de los medios de comunicación han de producir en los modos de hablar unos efectos que aún no somos capaces de avizorar por completo.
Sin embargo, se ha acumulado la experiencia suficiente para apreciar que las peculiaridades de cada grupo o barrio, manifestación de identidades “locales”, no son obstáculo para que la esfera del yucatequismo revele un espíritu colaborativo, en definitiva “un aire de familia”.
Y con esto último, esta colaboración y el cacumen de quien lo escribe “ya se gastó” (se acabó) xupí, mina’an: fin.