José Orpí Galí
II
1762
Rostros del Dante
Casi a punto de rodar
hacia el abismo perverso
el corazón gime un verso
en la penumbra del mar
y atravesando el azar
la ruta del mediodía
rompe la luz y desvía
los oráculos del fuego
dejando un espacio ciego
en la mortal profecía.
Suele el hombre andar caminos
equivocados y ajenos,
partí con los brazos llenos
enredado en torbellinos
y en sus múltiples destinos
brindarle el pecho a la muerte.
Sólo alcanzará una fuerte
razón de cantar seguro
cuando descifre el futuro
en las trampas de la suerte.
1763
En defensa del poeta
Alguien dice del poeta
cual misterioso animal
no es más que un simple mortal
que el tiempo fustiga y reta
convirtiéndolo en saeta
de su propia voluntad
y en la absurda tempestad
que desata su agonía
sólo es un paria en la vía
que conduce a la verdad.
Yo sostengo que el poeta
es como rayo en la sombra
un torbellino que nombra
las razones del profeta
sembrando una rosa inquieta
sobre el aliento del mar
y cuando empieza a estallar
el mundo que lo reclama
alza hasta el cielo la llama
¡y vuelve el mundo a girar!
1764
Cántico para volver al mar
Cuando mi sueño cansado
se detiene en el lugar
donde el abismo del mar
es un cristal perfumado
un nuevo tiempo embriagado
de colores me desvela
y el blanco duende que cela
mi realidad en la orilla
desnuda la maravilla
y me confundo en su estela.
Vuelvo al mar y desvalido
me aferro a su piel celeste
y aunque la vida me cueste
vuelvo al mar estremecido
por el secreto bramido
que la sal de su cintura
derrama en la noche pura
pidiendo que la marea
abra mi cuerpo y posea
el final de mi cordura.
Y así mi vida es soñar
y mi razón la locura
que se alza en la estatura
del tiempo, feroz cantar
sobre la espuma del mar
que invade la adolescencia
de su infinita presencia
en mis deseos sin nombre
para que yo no me asombre
de su total transparencia.
1765
A Sor Juana Inés
Trasponiendo su fulgor
junto al perfil de una estrella
la sangre deja una huella
que se convierte en dolor.
El silencio es portador
de una señal, de una marca
que hunde en sus dedos la Parca
con forma de una mujer
viajando al anochecer
con el asombro en su barca.
1766
Sol del Eclesiastés
Vanidad de vanidades
tiempo de absurdas conquistas
burbujas que en sus aristas
hacen brillar las verdades
mientras viejas tempestades
devoran todos los sueños.
No hay enigmas que a pequeños
espacios de luz no cedan
ni misterios que precedan
al son de grandes empeños.
Vanidad donde hasta en vano
duerme la sangre su pena
y la perversa cadena
que aprieta fuerte la mano
del tiempo que siendo humano
pretende alcanzar la orilla.
Oh, esperanza sencilla
no cedas a la arrogancia
de la flor que en su fragancia
esparce al sol tu semilla.
1767
Los pájaros del tiempo
A Dulce María Loynaz
Ante el jardín ya desierto
que descubre la memoria
un pez conduce la gloria
de encender un lirio muerto.
Hay fantasmas que en lo incierto
de la vejez se han dormido
y pájaros que hacen ruido
para esculpir su grandeza
destilando la belleza
de un tiempo feroz y herido.
La soledad, un tañido
de campanas que a lo lejos
descubren nuevos reflejos
donde se escurre el olvido
y se esparce en el sentido
febril de palabras rotas.
Hay silencios que en devotas
estancias de la osadía
se eternizan a porfía
de las luces más ignotas.