Paloma BelloApuntes desde mi casa
Gaspar Gómez Chacón es un hombre elegante. Siempre lo ha sido, en todo aspecto. Una de sus acciones más recientes fue donar a la Universidad Autónoma de Yucatán, su colección particular del acervo bibliográfico perteneciente a Felipe Carrillo Puerto.
En Yucatán poco se ejerce la cultura de la donación. La falta de costumbre pudiera originarse en la poca credibilidad que brindan algunas instituciones, por su informalidad, negligencia y ausencia de respeto hacia la actitud generosa del donador y el objeto que dona.
Por otro lado, se pudiera atribuir al sentido comercial de quienes prefieren mercantilizar determinados bienes en vez de legarlos a los órganos culturales o de beneficencia correspondientes, para provecho de los demás.
Finalmente, queda la condición personal del dominio con tintes de egoísmo, de quienes prefieren el deterioro o desperdicio de los objetos, antes que cederlos.
En circunstancias óptimas, Gaspar Gómez Chacón ha heredado a las generaciones venideras, los libros en cuyas páginas se posaron los ojos de Carrillo Puerto para nutrir sus ideas y conformar sus ideales.
A través de una charla, que fue ilustrada lección de Historia, el maestro Gómez Chacón añadiò magnitud al breve acto realizado en el auditorio de la UADY, el miércoles 26 de febrero, a las 18 horas.
“¿A dónde va Vicente? –A donde va la gente”. Este refrán lo refería una y otra vez la maestra Sarita Peraza, para enseñarnos a pensar. Para no “ir, como borreguitos, detrás de la manada”. Insistía mucho en que antes de actuar, hay que pensar.
Y yo lo he estado pensando mucho. No quiero ir a donde va Vicente el 9 de marzo. Se me antoja una desfachatez tremenda acudir a una cita imaginaria, a un paro manipulado por no sabemos qué manos y con qué objetivo real. No me son ajenas las instrucciones de “no salgas, no hables, no veas tele”, y un largo etcétera.
De hecho, casi no salgo, casi no hablo, y propiamente sólo veo Netflix. El paro del día 9 podría resultarme familiar. Lo que me parecería ciertamente irresponsable es no cocinar, no atender a mi marido, no comunicarme con la gente que amo, porque tampoco creo que signifique una solución a las razones que se están esgrimiendo.
Voy a salir ese día, si lo necesito. Por ejemplo, si requiero de aguacates. No olvidemos que el día 9, es lunes de frijol con puerco. Iré personalmente a la frutería, aprovechando que los estacionamientos estarán libres y de que seré atendida por varones, generalmente más solícitos que las empleadas. Ellas están de mal humor en el 80 por ciento de las veces.
Tal vez se me ocurriría sugerir, a través de mi columna, que se instituyera el día de no ir al gimnasio; no pasar la mañana en los cafés, diseminando chismes y provocaciones; no concertar cita con el cirujano plástico; no acudir al tratamiento facial y depilado de cejas; no pasar la mañana en los centros comerciales.
O, tal vez, podría proponer: hoy no veo a mis amigas; hoy hago de comer las tres veces del día; hoy atiendo personalmente a mi marido; hoy escucho las necesidades de mis hijos; hoy trabajo fuera de casa las ocho horas, pero después me doy tiempo para mi familia.
¡Se podrían poner de moda tantos días! ¿No sería encantador un calendario con más fechas alusivas a las mujeres? ¿A lo que hacen y lo que no hacen?