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Cultura

Notas a pie de página (XIV)

Fernando Muñoz Castillo La causa verdadera es la sospecha general y borrosa del enigma del Tiempo; es el asombro ante el milagro.

de que a despecho de infinitos azares, de que a despecho de que somos las gotas del río de Heráclito, perdure algo en nosotros: inmóvil.

Jorge Luis Borges

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Muchas veces cuando se decide contar la realidad o recrear la realidad del pasado reciente, casi siempre se cae en situaciones muy chistosas, por no decir que en algunas ocasiones son grotescas.

Revisando una historia del cine mexicano, me topé con el ciclo llamado de recuerdo o de evocación, como se denominó a las obras del teatro de revista y a las cintas que se filmaron a la par, sobre la nostalgia que de pronto se sintió por el tiempo porfirista, específicamente, el de los últimos 10 años de la dictadura.

A veces, esta especie de nostalgia, sirve para hacer relecturas y observaciones sobre una época y la historia de las mentalidades que conlleva. Sin embargo, en nuestro país, todo quedó en canciones y suspiros, como si se necesitara engatusar a alguien, para hacerle creer algo que no llevaba a ningún lado, más que a la actitud de lo que casi un siglo antes don Guillermo Prieto había descrito en su baile de los cangrejos.

Con lo que me encontré fue con la cinta Yo bailé con don Porfirio (1942), dirigida por Agustín Martínez Solares y estelarizada por Mapy Cortés.

En ese momento la actriz Gloria Marín era toda una estrella con más rating que Mapy. Y con otra, Gloria había formado parte, junto con la gran María Conesa, y en la que Meche Barba formaba parte de las coristas, de una de las obras de teatro más taquilleras, tal vez por ser la primera del ciclo del recuerdo. Amén que la madre de Gloria Marín: doña Laura Marín, había sido en la época de don Porfirio, una tiple muy famosa. Y Gloria, como dije antes, bailaba y cantaba como toda buena tiple. Hija de tigre: pintito…

¿Siendo así, por qué, no haberla puesto en el estelar de Yo bailé con don Porfirio?

Ya que en el estreno teatral de esta obra escrita por Ortega y Prida, en 1938, Gloria cantó y bailó como tiple con cartel.

Ante el éxito de la obra en 1939, el hijo de otra gran tiple del teatro Principal, el dramaturgo y director de cine Juan Bustillo Oro, filmó En tiempos de don Porfirio (Melodías de antaño).

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Toda esa época del teatro de revista dirigido por el Panzón Soto, fue algo que tuve la suerte de oír de labios de una excelente bailarina de teatro y actriz: Meche Barba; quien con el tiempo sería una de las estrellas del cine mexicano de la época de oro.

Meche me narró anécdotas y las ilustró con su gran colección de fotos.

Toda esa época de teatro, desde sus inicios en el circo de su padre, después en la Carpa o Salón de Variedades de su padre, donde compartió con Gloria y Lilí Marín y su madre doña Laura; de las grandes revistas que el Panzón Soto montó en el Palacio de las Bellas Artes, gracias a que Lázaro Cárdenas, entonces presidente de la República, cedió el teatro a éste para montar teatro de revista mexicana, haciendo que mucho del público asistente entrara por primera vez al gran recinto del arte mexicano.

Numerosas canciones del teatro de evocación las conocía por mi abuelita Uxita, quien me las cantaba desde niño y me hizo aficionado a: valses, zarzuelas, cuplés, operetas, chotis, fox trox, charlestón y demás…

Ese tiempo vivido con mi querida doña Meche, durante mi investigación de teatro, fue una experiencia que ahora a la distancia, si en esa época me pareció maravillosa, ahora me parece un regalo que me dio la vida para poder cerrar un ciclo abierto en mi niñez.

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Mérida, como buen centro de arte en esos años, me refiero a los 40, no quedó fuera del teatro de evocación, ya que Fernando Mediz Bolio representó obras con el tema en el Teatro Colonial, ubicadas en Yucatán durante el gobierno de Olegario Molino. En tiempos de don Olegario y otras. Así como Aristeo Vásquez Delgado: Mérida de mis recuerdos.

Esto hace que nuestro Teatro Popular Regional, posea en sus anales, una muestra de que, a pesar de estar lejos de la capital del país, aquí también se daban sucesos que movían al público a suspirar por un tiempo que a la distancia no veían tan tan malo. Aunque sí lo hubiese sido.

Pero la memoria es fugaz y traicionera. Por eso la importancia de la historiografía.

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