Esperancita:
no estoy seguro de lo
que vendrá,
pero este amor
es tuyo,
y este baile acompasado
en la sala a media tarde;
y este beso robado
a punto de dormir.
He de decirlo:
tengo miedo.
Pero no me resigno
–tú tampoco lo hagas–
a ese encierro
de prejuicios,
que intenta imponer
una sola forma de vivir,
de divertirse,
y encarar la muerte.
Eso, también
hay que decirlo,
es perversidad
y es una pandemia.
Abre tus largas
pestañas, hija,
y siente en el latido
del aire, que también
existe la ternura.
En nosotros,
en nuestro amor,
alcanzaremos
la libertad.