Luis Carlos Coto Mederos
El siglo de oro del repentismo en Cuba (8)
La controversia que estamos publicando oscila así entre varios subtemas de menor relevancia. Como que no llega a fraguar en un punto álgido y se disipa en convencionalismos hacia el final del encuentro.
Tema: La infamia, la envidia,
la cobardía y la luna
Angelito Valiente vs
Jorge Manuel Quesada
(Tercera parte)
1789
Angelito Valiente
Hay mucha piel remendada
amor y pan repartiendo
y mucha piel sin remiendo
con la conciencia manchada.
Tener la piel destrozada
por los golpes no fastidia;
la traición y la perfidia
no son cosas de la piel:
están en el hombre aquél
lleno de infamia y envidia.
Jorge Manuel Quesada
La envidia es como el ratón
que si otro el queso se lleva,
revuelve toda la cueva
que tiene en el corazón.
Hay muchos hombres que son
parecidos a la rata,
que pretenden de una lata
un anillo fabricar
cuando tienen que mirar
una sortija de plata.
Angelito Valiente
Una sortija de plata
no es lo que más nos eleva.
¡Cuánto hombre diamantes lleva
en una mano barata!
El hombre no se aquilata
por el andar ni el vestir,
y tú yo podemos ir
a donde no llegan otros,
aunque duden de nosotros
los que no saben vivir.
Jorge Manuel Quesada
El cobarde quiere andar
sobre algodonada alfombra
y, a veces, su misma sombra
no le permite avanzar.
Hay quien se niega a rezar
y llama a Cristo después
y hay quien tolera en los pies
ensortijadas cadenas
porque vive con las venas
circulándole al revés.
Angelito Valiente
Al cobarde que las venas
le circulan al revés,
amén de cobarde, es
inventador de sus penas.
Roba miel en las colmenas
del amor y la bondad
y cuando la autoridad
de la conciencia lo acusa,
bajo el calor de una blusa
se pone a pedir piedad.
Jorge Manuel Quesada
Todo el que pide piedad
tras el crimen cometido,
más que un hombre arrepentido
es una calamidad.
Hay quien de su indignidad
no se sabe arrepentir
y el reloj del porvenir
le pone espera de luto
para que llore el minuto
en que le toque morir
Angelito Valiente
Al minuto de morir,
el cobarde reza y llora
y la muerte vengadora
lo condena a resistir.
Quien no mereció vivir
a la vida se le escapa,
pero quien sobre este mapa
vivió con su hombría en guerra,
no merece ni la tierra
de la tumba que lo tapa.
Jorge Manuel Quesada
Siempre que un viejo laúd
viene la piel a rozarme,
quiero por dentro llenarme
de cuerdas de juventud.
Con la edad, poca salud:
es esa mi decepción,
pero dejo que el perdón
toda la sangre me muerda
hasta que gaste su cuerda
el reloj del corazón.
Angelito Valiente
El reloj del corazón
cuando en su andar se detiene,
es un cuerpo que no tiene
la sangre en circulación.
Pero para esta misión
no hay proposición ninguna:
se sabe, desde la cuna,
cuando su blancor de armiño
se pone a cuidar al niño
de los ojos de la luna.
Jorge Manuel Quesada
Cuando la luna al jardín
le tira betún y nieve,
un color tiznado llueve
en la savia del jazmín.
Y, si de su trampolín
tirarse al río se antoja,
no sé por qué paradoja
la luna es un pez redondo
que se desnuda en el fondo
y ni siquiera se moja.
Angelito Valiente
La luna, desde la altura,
hunde en el río la cara
y en un contraste es más clara
cuando el agua es más oscura.
Ya le han visto la estatura
cosmonautas retadores
y, entre los trasnochadores
donde no falta el poeta,
la saben novia coqueta
de las palmas y las flores.
Jorge Manuel Quesada
Cuando la luna, en las flores,
hunde sandalias de seda,
marcado su pie se queda
en un charco de colores.
La luna con los amores
tiene bastante que ver,
se parece a una mujer
que, cuando ofendida está,
nos dice adiós y se va
con la misión de volver…