Luis Carlos Coto Mederos
José María Heredia
De nuestro primer Poeta Nacional nos dice José María Chacón y Calvo en “Las cien mejores poesías cubanas”:
“Había en él un ímpetu lírico, un ardimiento pasional, una visión tan penetrante de las realidades físicas, que el arte de Heredia –en aspectos muy fundamentales– resiste las mudanzas del gusto, traspasa los límites de una época y de un dogma literario, y a los ojos del lector moderno es arte joven y nuevo, con valor clásico y actual, pródigo en emociones fecundas. Dos son las formas de este arte definitivo: la comprensión sintética de la naturaleza y la poesía civil interna.
Importancia más alta, profundamente lírica, tienen los versos descriptivos; la identificación plena del poeta con la naturaleza, el secreto ritmo que se establece entre el mundo interior y el de la realidad física. El sentido espiritual del paisaje es una de las notas definitivas de nuestro gran poeta nacional.
La poesía civil interna tiene sus manifestaciones esenciales en las mismas composiciones descriptivas. Es una nota suave y melancólica que surge como recuerdo y momentánea alusión patriótica. En otras ocasiones la suavidad elegíaca desaparece, sucediéndole el vibrante apóstrofe y la lamentación dolorosa.
Nunca hay en estos versos una aspiración política inmediata, pero la visión de la patria, vaga y melancólica, penetra en ellos y se difunde. Por eso tienen un valor actual.
No es la fuerza y el color de las descripciones, no es la elocuencia ardorosa de sus poesías patrióticas lo que hace de Heredia un poeta continental: es la visión espiritual y profunda del mundo físico y de las realidades perdurables, el apartamiento de las cosas exteriores, su lenta ascensión al imperio infinito del espíritu”.
1885Napoleón
Sin rey ni leyes, Francia desolada
de anárquico furor cayó en la hoguera;
salvóla Bonaparte: lisonjera
la gloria en cetro convirtió su espada.
Tembló a su voz Europa consternada;
reyes la dispensó con faz severa;
en Moscú, en Madrid, su águila fiera
en Roma y Viena y en Berlín vio alzada.
¿Cómo cayó...? Vencido, abandonado,
en un peñasco silencioso expira
dando ejemplo a los déspotas terrible.
Al contemplar su fin desventurado,
clama la historia, que su genio admira:
“¡no hay opresión por fuerte irresistible!”
1886Sócrates ¡No, jueces, condenéis con ciega ira
de la augusta verdad al sabio amante..!
¡Cielo...! el vil Melito ya triunfante
la venganza logró porque suspira.
Sócrates firme con piedad le mira,
él se demuda, y con igual semblante
apurando el veneno devorante,
en brazos de Platón el sabio expira.
Presto remordimientos dolorosos
Atenas siente, y su crueldad gimiendo
maldice, y sus fanáticos furores.
Tened, mortales, oprimir furiosos
a la virtud sagrada, persiguiendo
al que osa combatir vuestros errores.
1887Catón
De Roma esclava defensor augusto,
de Utica en la ribera miserable
opónese Catón inexorable
a César vencedor y Jove injusto.
Ajeno de furor, libre de susto,
contempla su destino inevitable:
de la tierra el señor bríndale afable
su favor y amistad; mas él, adusto,
“Desprecio”, clama, “tu piedad. Mi vida
al hado vil justificar pudiera
que tu ambición y crímenes corona”.
Dice, rasga su pecho: por la herida
indignada se lanza el alma fiera,
y el cadáver a César abandona.
1888Roma
Envuelta en sangre y pavoroso estrago
combate Roma con feroz anhelo;
llena el mundo su nombre, sube al cielo,
y las naciones tiemblan a su amago.
Su águila fiera por el aire vago
hiende las nubes con ardiente vuelo,
y apenas mide en el distante suelo
las ruinas de Corinto y de Cartago.
¿Qué la valió? Carbón, Mario implacable
y Sila vengador y César fuerte,
huellan del orbe a la infeliz señora.
Y otros... ¡Oh Roma grande y miserable
que ansiando lauros y poder de muerte,
no supo ser de sí reguladora!
1889A Don Diego María Garayen el papel de Junio Bruto
Cónsul, libertador, padre de Roma,
¿por qué nubla el dolor tu adusta frente,
y, en vano reprimido, llanto ardiente
a tus cargados párpados asoma?
Lanza discordia su funesta poma,
y ansían tus hijos con furor demente
que Tarquino feroz rija insolente
al pueblo rey, que a los tiranos doma.
Dictas fallo de muerte: el pueblo gime
entre piedad y horror... Con faz umbría
el alma cubres de tormento llena...
—Tal respiraba en ti, Garay sublime,
Bruto, y fiero, terrible, parecía
el Dios que airado en el Olimpo truena.