Cultura

Trayectoria del Soneto en Cuba (4)

Luis Carlos Coto Mederos

Manuel de Zequeira y Arango

Nació en La Habana en agosto de 1764, en el seno de una familia que poseía riquezas y abolengo.

Aprendió las primeras letras en su propio hogar. En 1774 ingresó en el Seminario San Carlos, donde fue condiscípulo y amigo de Félix Varela. Allí estudió historia y literatura y se puso en contacto con la cultura latina.

Está considerado como el primer poeta cubano, no en el sentido cronológico (honor reservado a Silvestre de Balboa), sino en el simbólico, por su calidad y vocación líricas, y por el conocimiento consciente de su instrumento poético.

Se le denomina también como el primer poeta de vocación mantenida.

Al igual que Rubalcava es un excelente sonetista. En La Ilusión nos da una prueba magistral de su conocimiento del soneto.

Una gran parte de su existencia la desenvolvió en la vida militar dentro y fuera de Cuba, alcanzando el grado de coronel de infantería.

Es un poeta, representante del neoclasicismo,

1815

La ilusión

Soñé que la fortuna en lo eminente

del más brillante trono, me ofrecía

el imperio del orbe, y que ceñía

con diadema inmortal mi augusta frente:

Soñé que hasta el Ocaso desde Oriente,

mi formidable nombre discurría,

y que desde el Septentrión al Mediodía,

mi poder se adoraba humildemente:

De triunfantes despojos revestido,

soñé que de mi carro rubicundo,

tiraba César con Pompeyo uncido:

Despertóme el estruendo furibundo.

Solté la risa y dije en mi sentido,

Así pasan las glorias de este mundo.

1816

El valor

Brame si quiere encapotado el cielo,

terror infunda el lóbrego nublado,

montes desquicie el Bóreas desatado

tiemble y caduque con espanto el suelo:

Con hórrido estallido el negro velo

Júpiter rompa de la nube airado:

quede el Etna en las ondas sepultado:

quede el mar convertido en Mongibelo:

La máquina del orbe desunida,

cumpliendo el vaticinio, y las supremas

leyes, caiga en cenizas reducida:

Por estas de pavor causas extremas,

ni por las furias que el tirano anida,

como temas a Dios a nada temas

1817

El motivo de mis versos

Canta el forzado en su fatal tormento,

y al son del remo el marinero canta,

cantando, al sueño el pescador espanta,

y el cautivo cantando está contento:

Al artesano en su entretenimiento

le divierte la voz de su garganta;

canta el herrero que el metal quebranta,

y canta el desvalido macilento.

El más infortunado entre sus penas

con la armónica voz mitiga el llanto,

y el peso de sus bárbaras cadenas;

Pues si el dulce cantar consuela tanto

al mísero mortal en sus faenas,

yo por burlar mis desventuras canto.

1818

El fanfarrón

Cierto preciado fanfarrón un día,

de estos que andan a caza de aventuras,

instigado por simples conjeturas,

deshacer un entuerto discurría:

Para dar a la acción más energía

fatigaba su mente con lecturas,

y el héroe de la Mancha y sus locuras,

era el norte y la estrella que influía.

El broquel requirió, la daga afianza,

registró sus espadas una a una,

calóse el morrión, tomó la lanza;

y después provocando a la fortuna

intrépido salió a buscar venganza.

Y al fin ¡qué sucedió? Cosa ninguna.

1819

A mis críticos

Ardiendo Zoilo, en cólera inclemente,

contra mis versos, dicen que te irritas,

y que siempre frenético vomitas

de injuriosos dicterios un torrente:

Serena, Zoilo, la arrugada frente,

que se aumenta tu mal cuanto más gritas;

y ese excesivo ardor con que te agitas

es de tu frenesí prueba evidente.

No en criticar consiste la cultura,

que para esto es idóneo cualquier labio

del necio que halla en maldecir dulzura;

Da otro ejemplo mejor como hace el sabio,

que si escribir no puedes con cordura,

desprecio y risa premiarán tu agravio.

1820

A la vida

Vida, que sin cesar huyes de suerte

que no eres de algún bien merecedora,

¿por qué quieres llevarme encantadora

con alegre esperanza hasta la muerte?

Si el tiempo que risueña te divierte

es el mismo al final que te devora

¿por qué te he de apreciar si a cada hora

se me acerca el momento de perderte?

¿Mas, qué pierdo en perderte?; la vil parte

de la miseria humana, el cuerpo indigno

que debieras más bien de él alejarte,

si a más vida, más males imagino

ya me puedes dejar, que yo en dejarte

harto que agradecer tengo al destino.