Cultura

Joaquín Bestard Vázquez

Otra vez, don Maximito Koyoc se muerde los labios, pero las palabras están en el aire, va de nuez (¿nuevo?). Dzul, repite conmigo Dzul, Ts’ul, chul, chulos chulitos los chulitos que nos llegaron en galeones bergantines, desembarcaron con ballestas y arcabuces, cien flechas por cada una de las lanzadas por los nuestros. Se perdió el arte; era una figura maravillosa ver a los arqueros, sus piernas arqueadas, los músculos a punto de estallar, los brazos abiertos formando una figura geométrica con el arco, la flecha fija en el blanco. ¡Dzun!, surca el cielo la flecha y se incrusta en el elemento u objeto escogido, casi una competencia deportiva y la ballesta, cien flechas zumbando como bonche de avispas, un rociadero bárbaro y aterrador. Una de ellas es posible que dé en el blanco, imaginemos a un venado, se le clavan regadas por el cuerpo y propicia la muerte del ciervo, imaginemos a alguien que con su rifle apunta y va tirando uno por uno los clavos parados, ahora imaginemos al mismo chulo con una ametralladora. Se perdió el arte, el deporte. Imaginemos a un torero con su espada, un estoconazo, el toro rueda, el torero se va de bruces sobre el animal mientras la gente brama en alaridos. Por último, el mismo torero con una especie de ametralladora que avienta rocines de flechas que barren los clavos, el fondo de la pared de lona, qué barbaridad.

¿Y el arte de la tauromaquia? Matar a un burel de un pinchazo, hermosa figura.

Fredy colabora con Maximito Koyoc