Síguenos

Volver

ÚLTIMA HORA

Internacional

Irán amenaza con una respuesta más severa si Israel contraataca

Volver

Cultura

José Antonio Cutz Medina

El sol se alejaba de mí, el viento me llevó a otros lugares que no conocía, topé con varios caminos, pero sólo me alejaban más.

Se llama Segundino May May, pertenece al linaje de los kanxoques, hábil cazador que pasó tres días perdido en el monte. Lo conocí hace 23 años, fui vecino de él durante muchos años y a temprana edad comenzó a conocer los secretos del monte, nunca le gustó asistir a la escuela y a duras penas logró cursar el tercer grado de primaria. Varias veces fui testigo de las reprimendas que sus padres le daban, eso sí, le encantaba ir a cortar leña en el ejido.

Era su motivo de orgullo cinchar su machete en la cintura, el tirahule y coa para luego sumergirse entre los altos árboles. Joven aprendió a disparar; la caza y atrapar animales silvestres es uno de sus trabajos preferidos. Aprendió el arte de trabajar la tierra, me consta que conoce de árboles y plantas endémicas, desarrolló habilidades magistrales en el manejo del machete y la coa. La práctica del p’uuj (batida) le hizo saber del monte. Posiblemente esa experiencia adquirida desde temprana edad le permitió aguantar más de 48 horas sin probar alimento ni agua:

“ese día temprano salimos a cazar, pero perdí contacto con mis compañeros, dejé de escuchar sus silbidos, al intentar regresar fue cuando el viento me desorientó, caminé durante horas, varias veces me senté a descansar hasta que llegaba la noche, creo que alguien me estaba llevando” –narra Segundino.

Al saberse de su extravío, muchos de sus compañeros salieron en su búsqueda, las autoridades comunales se integraron al grupo de rescate y durante horas montearon hectáreas de terreno, intentaron de manera infructuosa dar con alguna huella o señal que los llevara al paradero de Segundino “El dueño del monte”.

Siguió diciendo: “la primera noche la pasé casi sin dormir, rezando para encontrar un camino, procuré caminar casi de madrugada para que el sol no me agote, sentí que me alejaba más y más.

“Fue en el tercer día cuando logré escuchar el sonido de un camión, porque también mi oído ya estaba fallando, apresuré el paso hasta lograr salir en un camino cerca de Chan ch’e’en, Quintana Roo, me alejé mucho. Un señor me acercó a Kanxoc, le dije que estaba perdido”.

Segundino poco sabía que tanto bicicletas, motos y patrullas estatales, se habían unido a su búsqueda, se asomaron en pozos y cenotes de las rancherías cercanas con el temor que ahí se hubiera caído, nada, absolutamente nada. Entrada la noche regresaban; el pueblo, no entendían cómo Segundino se había perdido, si el monte ha sido su casa durante toda su corta vida.

Fueron días de prueba y carácter para el hijo de Kanxoc, tres días perdido en el monte, caminando sin rumbo, líquido y comida. Creo que la fortaleza desarrollada durante años de trabajar la tierra permitió que aguantara. Fue en el tercer día cuando un vecino de la comunidad se percató que alguien venía cabizbajo, con el rostro cansado y los pies llagados. Vieron con asombro que efectivamente era él, “el dueño del monte”, quien apareció ante los ojos del pueblo a paso lento. Su espigada figura surgió en un camino histórico que conduce hasta la comunidad de Xocén.

Al fin Segundino había reencontrado una vereda de regreso, un sendero con más de 100 años de antigüedad, lugar donde se afirma que todavía es posible encontrar evidencias de la Guerra de Castas, como trincheras y sartenejas con antiguas huellas humanas.

Lo cierto es que, el monte se tragó por casi tres días a uno de sus hijos preferidos, “conozco el monte, pero el viento que venía por todas partes me desorientó”, volvió a decir Segundino. Sus conocimientos y la aguda intuición desarrollada por años lo llevaron de nuevo con los suyos.

Segundino se agrega a una leyenda más en Kanxoc, la experiencia obtenida sin seguridad será de gran utilidad ante circunstancias iguales, ya que supo sobrevivir, posiblemente comió hojas y bebió gotas de agua que ofreció el roció de la madrugada, descansó donde los duermen venados, tigrillos, mapaches y serpientes. Kanxoc recibió nuevamente con los brazos abiertos a uno de sus hijos, quien logró pasar la prueba del monte, Segundino May es hoy memoria viviente en el poblado donde con respeto lo llaman “el dueño del monte”.

SIGUIENTE NOTICIA

Yucatán

Realizan limpieza en la ciénega.